RUDA

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La pandemia me transformó, la cocina me sanó

Fotografía: Ruda

Por: Mónica Urbina Hernández de Mayorga

El 16 de marzo del 2020 fue para mi una decisión crucial, entre salvaguardar mi vida y la vida de nuestra familia o exponernos a seguir trabajando. Fue una incertidumbre, me asusté, no sabía qué hacer.

Ante eso decidimos no ir a trabajar, desconociendo que acontecería. Empezaba la incertidumbre, el miedo, la angustia; pero sobre todo el afán de seguir adelante, ese que nos motivaba a continuar, aunque nunca pensé lo que la vida me iba a cambiar después de ese día.

Desde allí y desde ese momento mi vida dio un giro de 360 grados. Ya no me levantaba a las 3:15 am para salir de casa a las 4:30 am. La rutina de pasar a la panadería a las 5:00 am; llegar al negocio y preparar desde ese momento las delicias diarias, abrir nuestro negocio a las 5:30 am y empezar la faena diaria.

Así, continuar con la venta de desayunos y refacciones, llegar a la preparación de los almuerzos caseros con las recetas de mi abuela y terminar el día a las 4 pm, una forma de trabajo que entre tráfico y el regreso a casa terminaba a las 6 pm o 7 pm de la noche, más de 15 horas de trabajo.

En medio de eso y de la pandemia me costó mucho acostumbrarme a una rutina nueva, en donde podía descansar, darme el tiempo para el autocuidado, dedicación a mi y a mi hogar. Cuando pensé que estaba bien emocionalmente descubrí que también necesitaba canalizar mis sentimientos y mis emociones, la frustración que me generaba no poder ir a trabajar. La vida me estaba cambiando, el mundo estaba cambiando.

Extrañaba la calidez, cariño y presencia de mis amigos que también eran mis clientes, pero sobre todo extrañaba mi trabajo, mi negocio, ese que me daba independencia económica y movilización para hacer lo que me apasiona y da vida.

Cada día que pasaba extrañaba más y más mi trabajo, la vida que estaba dejando y transformando, hasta que asumí que me estaba matando por dentro la incertidumbre del futuro, porque si algo nos ha enseñado esta pandemia es que todos los planes se cayeron, esos de “cuando podría regresar a lo que me hacía sentir realizada y viva…”

La estabilidad económica la he y hemos tenido gracias a mi hija mayor, recibiendo lo que una vez habíamos sembrado y ahora daba su cosecha, sin olvidar el apoyo de mi familia que estando lejos también nos apoyo económicamente.

Con el pasar de los días busqué alternativas y nuevas formas de reactivar mi negocio familiar a través de cursos por internet, algo que por niveles de trabajo nunca le había dado el tiempo. Me di cuenta entonces que podía reinventarme y sentirme viva de nuevo, ya que desde muy pequeña me gustó cocinar y vender lo que producía, apoyando la economía de mi mamá. Recuerdo con alegría que mi primer negocio fue vender duraznos en miel en el colegio dónde estuve becada hasta muy grande.

Hoy ya han transcurrido 7 meses que empezó la pandemia en Guatemala y estamos desde hace muy poco retomando el negocio a domicilio. Ahora a través de nuestra cuenta en Instagram @lasrecetasdelaabuelamaruca y nuestra página en Facebook “Las recetas de la Abuela Maruca” www.facebook.com/abuelamaruca0591 . Sin darnos cuenta el negocio retomó su cauce, su nuevo ritmo, seguimos aprendiendo…

Hoy en día el negocio está renaciendo como el ave fénix, de las cenizas, y sobre todo gracias a las recetas de mi abuela Maruca, las que aprendí y heredé desde niña.  Esa historia que ahora es un negocio familiar y ha sido el motor para impulsarme desde el amor que siento por ella y el amor de mi madre.

La lucha y fuerza de ellas como mujeres empoderadas me animan diariamente a seguir la lucha frente a esta pandemia y todas las otras que hemos vivido las mujeres, recuperando nuestras vidas, nuestros caminos, nuestras formas de existir en el mundo, pero sobre todo luchando con amor propio y la fortaleza de mi familia.

La pandemia me transformo, nos transformó….la cocina me sanó.