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La lucha del trabajo informal siendo mujer

Fotografía: Ana Alfaro

Entre el sonido de bocinas de carros, peatones y fachadas de casas del Centro Histórico, se encuentra en la banqueta del parque San Sebastián Elvia Méndez y su carreta de comida, justo en un pequeño espacio de medio metro cuadrado. Ella tiene más de 10 años trabajando en las calles como vendedora. Su historia, junto a la de dos mujeres vendedoras en el mismo parque, es una imagen del rostro femenino que tiene el empleo informal en Guatemala.

Su horario de trabajo inicia desde las 3 de la mañana, cuando comienza a preparar toda la comida que llevará a vender. Cerca de tres horas demora en cocinar frijoles, ensalada de pollo, chow mein, incaparina, atol de haba, arroz en leche, atol de plátano y huevos para acompañar los panes que ofrece a comensales.

Cuando ya está lista, sale con su carreta llena de comida para llegar al Parque San Sebastián, donde se reúne con más vendedoras.

Elvia migró de San Marcos a la Ciudad de Guatemala cuando tenía 18 años. Cuenta que el primer trabajo que obtuvo fue limpiando casas, después vendiendo jugos, hasta que una prima le ayudó y le recomendó vender atol. Desde entonces se ha dedicado a la venta de panes y atol los últimos años.

Con 43 años, ha logrado que su hija de 8 años pueda asistir a la escuela con el sustento que gana a diario. Algo que a ella le negaron en su familia por ser mujer. “Yo nunca estudié, mi papá nunca me dejó estudiar”, expresó.

Mientras narra su labor diaria, peatones llegan a comprar un pan con jamón, y como se le ha terminado el pan que tenía para vender, sale corriendo a comprar más. Al terminar de atender a los comensales que fueron llegando de uno en uno, dice con una pequeña sonrisa “mientras una está sana y buena hay que luchar en la vida”.

Entre sus sueños está que su pequeña hija sea doctora o enfermera, ya que ella, aunque quisiera hacer otra cosa, no tiene tiempo más que para trabajar.

En los meses más fuertes de la pandemia no dejó de trabajar, algo que admiran las demás vendedoras.

Cuidarse entre mujeres

Al lado de la venta de Leiva están otras dos vendedoras más. A veces ella se encarga de ofrecer todos los platillos que tienen también las demás, que son tamales y otra variedad de panes. Incluso, cuando una no tiene un ingrediente, se prestan. Hoy, por ejemplo, a Leiva se le terminó el ketchup así que pidió auxilio de otra compañera.

Según ella comenta, entre todas se cuidan. La mayoría son madres que sostienen sus hogares y saben que las calles no son seguras para las mujeres. “Nos cuidamos entre todas las que estamos aquí”, cuenta Méndez. Y aunque a ninguna le han robado o hecho daño, tienen que estar atentas cuando la policía les solicita que se retiren donde se encuentran vendiendo.

Otra de las vendedoras del lugar es Mirna Gómez, de 34 años, quien se dedica a vender tamales de pollo y de cerdo y también chuchitos. “Por la necesidad empecé a trabajar en la calles, no es cosa fácil, a veces hay venta a veces no”, comentó.

Ella tiene siete años de vender, y durante el Estado de Calamidad decretado por el gobierno de Alejandro Giammattei, dejó de trabajar en las calles y recibió ayuda de familiares para poder pagar el alquiler donde vive.

Su familia migró de Chuarrancho a la ciudad, es maya hablante kaqchikel y asegura que este trabajo le ha permitido cuidar de sus hijos. “Como somos mujeres luchadoras, salimos adelante”, dice mientras guarda todo porque la hora de terminar la venta es a las 11 de la mañana.

La jornada no termina

Mirna y Leiva guardan los trastos que tienen los ingredientes para los panes, toman su carreta y se dirigen a sus hogares para seguir trabajando, ya que todavía les queda lavar los platos, ollas y utensilios, así como limpiar la casa y cuidar a sus hijos. Todo esto después de ocho horas de estar trabajando para la venta.

Al terminar esa tarea, descansan un poco pero asisten al mercado a hacer las compras para la venta del día siguiente.

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) en la Encuesta Nacional de Empleos e Ingresos realizada en el 2021, hay 6 millones 284 mil mujeres que están en edad de trabajar pero solamente 2 millones 718 mil están económicamente activas.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) en un informe que realizó ante los desafíos del COVID-19 indicó que en Guatemala, cerca de la totalidad de la población ocupada (75%) tiene un empleo informal.

De acuerdo con ONU-Mujeres en América Latina y el Caribe el 54% de mujeres se dedica al trabajo informal.