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Karina Vergara y el lesbofeminismo 

Karina Vergara es una psicoterapeuta y poeta mexicana de 49 años de edad. Se identifica como una lesbofeminista, corriente desde la cual se cuestiona al sistema patriarcal y sus relaciones de poder. En una conversación con Ruda, Karina explicó los fundamentos del lesbofeminismo y su propuesta económica a partir de dos simples preguntas. 

Entrevista por Andina Ayala y Nora Pérez

Compártenos un poco sobre la teoría y praxis de la economía lesbofeminista

Nosotras tenemos como antecedente el desarrollo teórico de las feministas materialistas. Ellas plantean que las mujeres sostenemos al mundo con nuestro trabajo a partir de todo lo que significa sostener la vida, cuidados, servicios y crianza -parir, criar, cuidar y mantener-. Todo esto tiene un costo que puede ser calculado de manera incluso específica desde las especialistas en economía. 

¿Cuánto se explota del trabajo de las mujeres, de su mente, de su creatividad? Eso que explota es explícito, porque ninguna persona podría ir a trabajar y cumplir sus labores cotidianas, si no hay trabajo que permita el descanso, alimento, vestuario y que permita la atención en los procesos de salud enfermedad. 

Esto prepara el cuerpo para poder ir al mercado de la producción y en este mercado, se paga un salario. Pero ahora ya ni siquiera ese salario alcanza para realmente cubrir las necesidades de las personas, solo nos mantiene con vida. Aunque podamos pagar un techo, comer algo y quizás si eres muy privilegiada, tener servicios de salud que la mayoría de la población no tiene. Todo esto produce riqueza para el capital, pero tenemos que tener claro, que esta riqueza no existiría sin ese trabajo que hacen las mujeres. 

Lo que las lesbofeministas estamos cuestionando es: ¿de qué manera se nos enseña a las mujeres a amar las cadenas? Es decir, ¿por qué limpiamos la casa con tanto gusto? ¿Por qué nos sentimos tan realizadas haciéndolo? En México hay una un personaje popular televisivo que dice: “hay que cuidar hasta los detalles” y  hasta te enseña  cómo poner la mesa y qué servilletas ofrecer. ¿Por qué amamos ese cuidado de los detalles? ¿Por qué trabajamos para que nuestro trabajo se convierta en la riqueza de los capitalistas? ¿Por qué no hacemos huelga general y soltamos todo esto y que se vaya pique este sistema? Bueno, por un lado, porque hay una ética de la vida, pero también podemos sostener una ética de la vida sin sostener al capital.

Es necesario liberar a las mujeres de servir al amo inmediato que es este hombre que nos ha apropiado desde los afectos, desde la sexualidad, pero también desde la obligación de que nos dijeron que la única manera de realizarnos en la vida era tener una pareja de un hombre, no consanguíneo. Esta idea de amor fue construida desde el siglo 17, antes no había amor romántico. 

Pero, ¿por qué hay tanta propaganda? Si ustedes encienden la radio, no habrá música que no hable de amor o de sexualidad heterosexual. Tampoco habrá una película que tenga a una pareja heterosexual como centro de la historia. Los cuentos, la historia que nos cuenta la docente en la Escuela, la Iglesia, etc.. Por todos lados, hay propaganda heterosexual. 

Si realmente la heterosexualidad fuera un fenómeno natural, ¿por qué necesitan convencernos de que es el único sentido de la vida? ¿Por qué necesitan construirnos ese imaginario en donde no hay otro referente posible? ¿Por qué cuando hay otro referente necesitan convertirnos en el monstruo para temerle y que no se pueda vivir de otra manera? Pues porque sino, ¿cómo van a tener a estas esclavas puliendo sus cadenas?

Por cada 48 horas, las mujeres heterosexuales tienen 7 horas de descanso menos que las mujeres lesbianas o solteras que no deben estar cuidando de otros. 

Ante esto, nosotras decimos:  ¿Qué pasa si soltamos? ¿Qué pasa si soltamos esta tensa liga que lleva miles de años maltratándonos? ¿Qué pasa si dejamos de servirles? No estoy diciendo que tengamos que renunciar a la ética de la vida, pero sí tenemos que renunciar a la ética de servicio y la ética de cuidado. La vida está en nosotras, el amor está en nosotras, el cuidado está en nosotras. Es más, podemos garantizar nuestra supervivencia hasta como especie entre nosotras.

¿Qué pasaría entonces si dejamos de sostener el capital, sostener la pareja de heterosexual, al hombre como el centro de la producción y empezamos a autocuidarnos a cuidarnos entre nosotras, amarnos entre nosotra,s acompañarnos entre nosotras? 

¿Puedes explicarnos por qué es conveniente para el sistema que estemos peleando y con conflictos entre nosotras? 

Es importante amarnos entre las mujeres, la apuesta lesbofeminista es eso: Amémonos entre las mujeres. Amémonos, sí, desde un lugar erótico-afectivo, pero también amémonos reconociéndonos en la otra. Creo que este es un amor muy genuino en el sentido de que entendemos a las otras, cualquier otra, incluso con quienes tenemos diferencias políticas, de clase, color de piel. 

El mundo está organizado de manera en que la mujer blanca, respecto al hombre blanco, está en un lugar de opresión terrible. La mujer con mejor posición respecto al hombre con mejor situación económica está en un lugar de vulnerabilidad. Eso no quiere decir que no haya lugares opresores de unas y de otras, pero según las feministas radicales de los setentas, existe una clase sexual donde vivimos cierta opresión según los genitales con los que nacimos. 

Desde la rabia, la memoria histórica y la genealogía, compartimos esta opresión. Lo que tengo claro es que no me gusta que el mundo esté así, necesitamos transformarlo. Esta opresión, además, no significa solo la muerte y el sufrimiento de las mujeres, significa la muerte y el sufrimiento del planeta entero. 

Entonces necesitamos cambiar este sistema de muerte y este sistema de muerte solo se puede cambiar con la alianza entre mujeres incluso, podría decir, la alianza táctica entre mujeres. A eso me refiero: a amarnos, aliarnos, acompañarnos y sostenernos. Sin embargo, también creo que no puede ser un amor romantizado en el sentido casi religioso, donde digamos: “ay, bueno, vamos, pues de la mano todas”, eso no va a suceder porque no estamos en la misma realidades ni en las mismas necesidades y tenemos resistencias de distinta naturaleza. 

Somos humanas. Decir que las mujeres no somos capaces de alguna maldad o de lo que sea, pues es negarnos la dimensión humana. Además, estamos hablando de 12 mil años de patriarcado.  Después de su creación, este sistema se fue complejizando y convirtiendo en este mundo de muerte en el que vivimos. 

Ante este sistema mundo patriarcal, lo que nos queda a nosotras es reconocer que tenemos que liberarnos, pero es muy inocente decir: “miren, este es el modelo del sistema-mundo patriarcal vamos a tirarlo” y que todas respondamos: “oh, es verdad, vamos a tirarlo”. Así como tomó 12 mil años construir este sistema, que además lo tenemos proyectado en la psique y en el cuerpo,  probablemente nos tome otras al menos unos cientos de años, sacar el patriarcado de nuestra cabeza. Seguimos compitiendo entre nosotras, seguimos tratando de mostrar quién es la mejor, seguimos saboteándonos entre nosotras. 

Creo que lo que nos toca es revisarnos y decir: “Oye, la otra no quería maltratarme” o “yo estoy atribuyéndole a la otra lo que pasa conmigo”. Ese es un trabajo que le tocará a quien lo vive, pero también a quien recibe el odio, el rencor, la envidia, el reclamo, etc. Nos toca asumir que ni siquiera es algo personal, sino que tiene que ver con estas heridas que venimos arrastrando desde hace algunos miles de años. 

Es muy inocente pensar que vamos a transformar el sistema de un momento a otro. Ni siquiera tenemos necesariamente todas las herramientas, ahí vamos buscándolas y encontrándolas en el camino pero sobre todo quisiera decir que a las compañeras que no se desmoralicen, que no dejen de creer en la utopía. Que sepan que nos cuesta trabajo, por supuesto, porque vamos arrastrando las heridas. 

El sistema no nos dirá: “Oh, sí, ve y transfórmame”, eso no va a pasar.  Vamos a asumirlo, a ver que los costos pues son altos y duelen, pero dolería más perder el rumbo de la utopía. 

Pues adelante, vamos aprendiendo.