RUDA

View Original

Joyabaj: La historia de la niña que nunca tuvo una foto y jamás regresó de la feria

Créditos: Carlos Sebastián

Por Francelia Solano

El caso de Rosa Lares Saquic, la niña de 10 años de Joyabaj cuyo violento asesinato estremeció al país hace cuatro meses, regresará a tribunales el 4 de noviembre. Reconstruimos la escena antes del crimen, los avances en la investigación, pero más allá, fuimos a buscar la historia de Rosa y su familia, a 90 largos kilómetros de la Ciudad de Guatemala.

La familia de Rosa vive en una choza rodeada de milpas, tierra y unos perros. Tres de sus hermanos descalzos están en el centro de la vivienda en la aldea Estanzuela de Joyabaj, Quiché. Es mediodía y el sol pega fuerte en el patio. Uno de los niños toma un carrito y lo pasa cerca de los pies del otro. Otra niña los observa tras una puerta pero no sale a jugar. La niña tímida y triste es la más grande de los cuatro, Sandra Lares Saquic, de 12 años. Se esconde desde que fue la última persona en ver a su hermana Rosa antes de que se la llevaran de la feria del pueblo para siempre.

Esa noche, que se la llevaron, estaba destinada a ser una de las dos noches más felices del año en el pueblo.

Eran las 8 de la noche del 22 de junio, cuando Lucía Saquic, la tía, paró un tuc-tuc para que fueran a la feria.

La Navidad y la feria del Sagrado Corazón de Jesús, en junio, son celebraciones que la familia Lares Saquic espera con ansias en el año. Son eventos de celebración que interrumpen la monotonía de la pobreza en la comunidad; los niños, al menos por dos días, pueden dormir tarde, bailar y comer mucho. Para la feria todos los Lares Saquic, tíos, primos, sobrinos, hermanos, nietos, se unen a bailar despreocupados al ritmo de la música, casi siempre banda.

El grupo comenzó a tocar. Algunos niños bailaban y otros esperaban en la orilla de la pista. Sandra (12) y Rosa (10) serían las encargadas de cuidar a Kendra, su sobrina de diez meses. Sandra terminó cargando al bebé para que su hermana pudiera disfrutar mejor la fiesta.

Tomasa y las cuatro hermanas, Lucía, Ana, Rosa y Sandra, todas bailaban, todas disfrutaban de uno de sus días favoritos del año.

A eso de las 10:30 de la noche, Sandra y Rosa se acercaron a su mamá para pedirle dinero. Cansadas, querían ir a comprar un jugo en una tienda a un costado del parque de la feria. Mientras las niñas corrieron hacia la tienda, Tomasa y el resto de la familia siguieron bailando. Nunca hubo porqué no sentirse seguras en la feria de siempre.

La desaparición de Rosa

Cuando Rosa (10) y Sandra (12) llegaron a la tienda, había cinco hombres tomando cerveza: El hermano mayor de las niñas, Sebastián Lares (22) y Rogelio Xiquim, primo y vecino (27). Julián Lares (23), Pedro Velásquez (19) y Mynor Velásquez, quien se retiraba del lugar cuando llegaban las niñas.

Mientras las niñas compraban el jugo, Julián Lares  (23), un hombre delgado, se acercó a Rosa (10) para decirle que llamara a su hermana María (18 ) para que bailaran. Rosa se negó. Julián Lares (23) insistió y dijo que si no era con María (18), que bailara ella (10) o Sandra (12). Rosa de nuevo le dijo que no. Él le preguntó dos veces más pero la niña no quería.

Pedro Velásquez (19) comenzó a molestar a Rosa. Tomó su chal rojo y Rosa, de puntillas y con la mano extendida, intentaba recuperarlo. Después de unos minutos se lo devolvió. Sebastián Lares (22), su hermano, nunca intervino para proteger a su hermana pequeña.

Las dos hermanas Lares iban de regreso al salón para buscar a su mamá, cuando otra vez fueron abordadas por Julián Lares (23) y Pedro Velásquez (19). Pero esta vez Rogelio Xiquim (27), su primo, se unió. Velázquez (19) volvió a tomar el chal de Rosa y salió corriendo detrás de la iglesia. Rosa comenzó a seguirlo, rogándole que le devolviera su chal. Inmediatamente siguieron Julian Lares (23) y Rogelio Xiquim (27, su primo). Sandra le gritó a Rosa que olvidara su rebozo, pero ella continuó. Esa fue la última vez que Sandra vio su hermana con vida.

Sandra (12) se sentó en una banqueta cerca de la iglesia con su sobrina de 10 meses en la espalda. Esperaba que Rosa (10) regresara. Todavía le había guardado un poco menos de la mitad del jugo que compraron para ambas, pero Rosa nunca regresó.

Sandra se armó de valor y fue a buscar a su hermana, pero solo encontró a Pedro Velásquez (19) y Rogelio Xiquim (27, su primo). Pedro Velásquez (19) la tomó por la espalda y la apretó fuertemente. Sandra sintió miedo. Recuerda que pensaba que se la iban a llevar. Pero Pedro Velásquez (19) no sabía que Sandra cargaba una bebé en la espalda, que comenzó a llorar a gritos. Rogelio Xiquim (27, el primo) le dijo a Pedro Velásquez (19) que mejor dejara a Sandra y ambos se fueron corriendo.

Ilustración: Diego Orellana

Rosa la niña sin foto

En las noticias ya no se habla del caso de la niña de Joyabaj que nunca regresó de la feria. Como la mayor parte de las 14 niñas y adolescentes que desaparecieron, en promedio, cada día del primer semestre de 2019 en Guatemala. Es decir, 2,568, o como que un bus escolar lleno de 90 niñas se hubiera desaparecido cada semana.

En sus 10 años de vida, a Rosa nunca le tomaron una foto. La familia nunca tuvo con qué. Solo uno de los hermanos mayores fue retratado en una foto que ahora cuelga con orgullo en la pared de adobe.

En la casa ya no hay ropa ni juguetes de Rosa. Ana, la hermana mayor, dice que las pocas pertenencias de la pequeña se fueron con en el ataúd. “Ver sus cosas solo traería más dolor”.

Pero su ausencia se siente. Tomasa Saquic, la mamá de Rosa, se sienta en una banca de madera con un pan de manteca mucho más pequeño que la palma de su mano. Recuerda que su hija de 10 años se levantaba temprano a lavar los trastes y barrer el patio para que el día le abundara para jugar. No iba a la escuela. Era una niña de nariz pequeña, rostro delgado, piel morena y labios que sonreían discretamente. Bastante maya. Le encantaba hacer tortillas con lodo y jugar con sus muñecas. Bastante guatemalteca.

Su mejor amiga y confidente era su hermana Sandra (12). Hacían todo juntas.

Ilustración: Diego Orellana

Cómo viven los niños que no van a las escuelas

En 2018, según las estadísticas del Ministerio de Educación 4 de cada 10 niños en edad escolar en Quiché pudieron acceder a educación. Rosa pertenecía al grupo de los otros 6 niños de cada 10 que no va ir a la escuela. Había una escuela del otro lado de la calle, pero los programas sociales prácticamente desaparecieron con el actual gobierno y era más importante comer que estudiar.

Tomasa, la mamá, trabaja cuando sale una oportunidad de lavar ropa o recoger cultivos. Sobreviven con una siembra de milpa y un par de pollos. Ella es la que sostiene la casa. Diego Lares, el padre de los doce hijos, se fue con otra mujer. Tomasa, la mamá, no ha sabido de él desde hace mucho tiempo ni tampoco de ninguna ayuda económica. A pesar de vivir a pocas cuadras.

Diego Lares nunca llegó a preguntar por la muerte de Rosa.

En Joyabaj las casas de abobe representan el 59.78% de tipos de vivienda según el censo poblacional. Las últimas cifras del INE sobre pobreza indican el 60% de la población vive en pobreza y el 25 % de este, en pobreza extrema, con un ingreso menor a US$2 al día. La familia de Rosa vive en pobreza extrema.

La pobreza extrema se traduce, en Guatemala, en ser una niña sin derechos.

Rosa fue olvidada para el Estado: no tuvo acceso a educación, salud, seguridad. Y ahora después de morir, la justicia también parece lejana.

Tomasa Saquic Suy, madre de Rosa María. Foto: Carlos Sebastián.

Los perros y el río

Pasaron tres días y Rosa no aparecía. Tomasa estaba desesperada. Los vecinos iniciaron una pequeña colecta para que la mamá pudiera ir al centro de Joyabaj a poner una denuncia por la desaparición de su hija en la estación de policía que queda a media hora en bus. La acompañaron algunas personas de la comunidad, para que la mujer angustiada, que solo habla quiché, no tuviera que ir sola.

La denuncia fue rápida (y bastante), no hay fotos ni mayor detalle que Tomasa Saquic pudiera dar. La familia buscaba a Rosa de casa en casa sin resultado. La espera fue agobiante.

El 27 de junio, cinco días después, los vecinos del pueblo estaban reunidos cuando una persona comentó el comportamiento inusual que miraba en los perros. Aseguró que desde hace algunos días llegaban en jauría, ladraban y se peleaban cerca del río Arriquín que corre en las afueras del pueblo. Los primeros días lo ignoró, pero poco a poco llegaban cada vez más. Oliverio Pol, quien oyó el relato del comunitario, relacionó esto con la desaparición de Rosa.

Avisaron a las autoridades para que revisaran la orilla del río. Allí los agentes de la policía encontraron el cuerpo de la niña en un costal dentro de una bolsa plástica, rasguñada por la jauría hambrienta.

Dentro de la bolsa estaban los zapatos de la niña.

–Son los caites de mi hija, decía Tomasa en quiché, mientras lloraba sin parar.

El Ministerio Público no dejó que Tomasa se llevara el cuerpo. Fue remitido al Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) para determinar qué realmente se tratara de Rosa Lares. Un mes.

Hasta un mes después, cuando los resultados del examen de ADN confirmaron su identidad, la familia pudo enterrar a Rosa. Solo unas cuantas personas llegaron. Muchos en la comunidad tienen miedo a las represalias que podría tomar uno de los supuestos victimarios, que continúa libre.

Las pruebas del Inacif confirmaron no solo la identidad de Rosa, sino también que la niña había sido violada. Aunque en los medios se afirmó que Rosa había sido desmembrada, los peritajes desmintieron lo dicho.

Aldea Estanzuela, Joyabaj. Lugar donde se realiza la feria cada mes de junio.

Dos arrestados, uno libre

Cuatro semanas después de la muerte de Rosa, el 18 de julio, el Ministerio Público anunció la captura de Julián Lares Quino y Pedro Velásquez Xaper por el femicidio de Rosa Lares Saquic. Rogelio Xiquim (27, el primo) no fue arrestado a pesar de que él fue visto por última vez con ambos acusados y Rosa.

Después de aquella noche en la feria la familia vive atormentada. Sandra (12) se encierra todo el día en un cuarto pequeño, sin luz y con poco más que costales de maíz, que suele usar como silla. Intenta no salir, y cuando lo hace, regularmente un día a la semana cuando va a la iglesia, lo hace acompañada. Estar sola en casa ya no es una opción.

–Soy valiente, no tengo miedo, dice Sandra con una voz baja que parece contradecirla.

Sebastián Lares (22), el hermano de Rosa y Sandra, ha declarado en tres ocasiones ante el Ministerio Público. Cada declaración es distinta. La primera vez aseguró que no conocía a Rogelio Xiquim (27), a pesar de ser su vecino, su primo y que antes con frecuencia la gente en el pueblo los miraba beber juntos. La segunda vez aseguró que él mismo salió con Rogelio Xiquim a comprar más cervezas cuando su hermana llegó a la tienda y admitió conocerlo. En la tercera afirmó haber visto a Julián Lares y Pedro Velásquez violar a su hermana. Y que no reaccionó.

Sebastián Lares (22) dijo al MP que regresaba a su casa mientras estaba ebrio cuando oyó la voz de una mujer gritar. Se acercó y alumbró con la lámpara de su teléfono. Dijo haber visto a Julián Lares y Pedro Velásquez con el pantalón abajo y con su hermana desnuda sobre la tierra. Añadió que vio un machete cerca y decidió que, por miedo, era mejor ir a su casa y dormir.

Sebastián Lares protege a Rogelio Xiquim (27, el primo) en cada declaración, a pesar que el testigo principal del caso asegura haberlo visto correr tras ella el día de la desaparición.

Tres hermanos y un sobrino de Rosa juegan en la casa de abobe en Joyabaj.

El juicio

Sebastián Lares Saquic (22), el hermano de Rosa (10), llevó al Ministerio Público al lugar donde declaró que Pedro Velásquez (19) y Julián Lares abusaron sexualmente de Rosa. En la escena encontraron evidencia clave de lo que sucedió; la ropa interior de la niña con sangre y un condón con fluido seminal.

El MP cuenta con una prueba más. Rosa puso resistencia y arañó a los asesinos. Debajo de sus uñas, el Inacif encontró restos de piel.

Julián Lares (23) y Pedro Velásquez (27, el primo), ambos acusados y ligados a proceso en el caso, sostienen su inocencia y se ofrecieron (como si tuvieran oportunidad para negarse) a dar muestras de ADN.

El proceso judicial por el caso de Rosa (10) empezará este lunes 4 de noviembre con la entrega de acusación y pruebas, y se trasladó al Juzgado de primera instancia penal de femicidio de Quiché. Este día el Ministerio Público hará público el resultado de las pruebas de ADN, que revelarán más pruebas sobre si Pedro Velázquez (19) y Julián Lares (23) participaron en la violación y el femicidio de Rosa (10).

Las pruebas también podrán revelar si existe algún parentesco entre Rosa y sus agresores, lo cual podría llevar el Ministerio Público a los dos familiares que la vieron con vida por última vez: Rogelio Xiquim (27, el primo) y Sebastián Lares Saquic (23).

Este es un retrato hablado de Rosa María, se le entregó a la mamá para que tuviera un recuerdo de su hija.

El silencio de las Saquic

Ana (27), la hermana mayor de Rosa (10), asegura que aún suele oír la risa y la voz de la pequeña entre las milpas. La extraña demasiado. En la noche, en los sueños de Ana, Rosa la visita. “Mira lo que me hicieron, me dolía y gritaba mucho, pero ahora estoy bien”, dice la niña que en el sueño aparece en su corte, contenta, como lo era cuando estaba viva.

Esa familia de mujeres se apoya en silencio.

Sandra (12), la más cercana a Rosa, no ha podido llorar desde la muerte de su hermana, no ha asimilado el dolor. Suena retraída y no se atreve a subir la mirada. Juega con sus manos mientras platica y hace círculos con los pies en el costal de maíz en el que está sentada.

– ¿Qué es lo que más extrañas de tu hermana?
– (Baja la voz) Su compañía.

Prensa Comunitaria hace visible el trabajo de siete periodistas que abordan el fenómeno de la violencia contra la mujer. Con la finalidad de apoyar la amplificación de está temática, compartiremos 24 piezas periodísticas publicadas en el medio digital Nómada.