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Huir de la violencia: la historia de una niña institucionalizada

Créditos: Nos Duelen 56

Por Alejandra Sarti

María Teresa era una niña de 13 años que creció en la colonia Santa Faz, uno de los barrios, que, según las autoridades y la percepción de vecinos de comunidades aledañas, es de los más peligrosos de la zona 18. Su mamá hace lo que sea con tal de ganar un poco de dinero, realiza manualidades, vende fruta en el mercado, hace limpieza, entre muchas otras cosas. Su papá realiza trabajos de albañilería. María Teresa es la menor de cuatro hermanos, y como muchos adolescentes de su edad ha entrado en una etapa de rebeldía, su madre asegura que siempre ha tenido un temperamento fuerte y ahora al llegar a la adolescencia, a pesar de sus escasos recursos, reconoce que su hija necesita ayuda profesional, sin embargo, la rutina familiar continuaba con la esperanza de que la actitud de su hija cambiara al finalizar la adolescencia.

Inesperadamente todo cambio el 20 de julio del 2016. María Teresa salió de su casa, sin autorización de sus padres, acompañada de su amiga Carmen, quien era uno o dos años mayor, pero también menor de edad. La madre de María Teresa se encontraba muy preocupada y al percatarse que su hija seguía sin comunicarse y sin aparecer decidió buscarla en cuadras, calles, callejones, incluso fue hasta el hogar de Carmen para verificar sí su hija se encontraba ahí, pero no supo de ella hasta el día siguiente. María Teresa había tomado la decisión de escaparse de su casa y 24 horas después de haberse ido le indicó a su madre, por teléfono, que estaba arrepentida y que quería regresar.

Ilustración: Claudia Navarro – México

La madre de María Teresa había colocado una alerta Alba-Kenneth y decidió que era momento de brindarle ayuda de otro tipo, por lo que, acompañada de su hija, decidió revocar la alerta Alba Keneth y pidió hablar con un juez de Niñez y Adolescencia. Quería que su hija valorara su hogar y también que recibiera ayuda integral y profesional, principalmente psicológica.

El testimonio de ambas fue tomado por separado y luego de pasar más de cinco horas, María Teresa fue asignada al Hogar Seguro Virgen de la Asunción, el juez consideró que, al haberse escapado de su casa, debía ser protegida por situación de calle y maltrato. A la madre se le indicó que las visitas estarían prohibidas, sin comprenderlo, la madre de María Teresa hizo lo posible por argumentar que era la primera vez que su hija se encontraba en la calle, pues ella siempre había tratado de darle lo mejor a su hija. Agregó también, que la decisión de ingresarla al hogar había sido de ella para ayudarla, pero aun así le negaron las visitas desde ese momento y le indicaron que el hogar le daría de todo; lo único que podía hacer era asistir una vez al mes a una charla de orientación para padres y esperar las audiencias en donde se contemplaría su caso.

Tras la decisión del juez, María Teresa expresó sentimientos de ira hacia su madre y tres meses después, una noche de octubre del 2016; su madre recibió una llamada inesperada, su hija se había escapado del Hogar. Había sucedido en la mañana, y a ella le informaron hasta las 10:00 de la noche, por lo que estaba furiosa y molesta por la demora que habían tomado en decirle y también enojada con ella misma al creer que ese lugar le brindaría la ayuda necesaria a su hija.

María Teresa, con 13 años, se encontraba ahora en la calle. Pero su madre no se quedaría de brazos cruzados, inmediatamente al enterarse de la situación de su hija nuevamente colocó una alerta Alba-Kenneth y con la ayuda de sus hijas, buscaban por redes sociales fotografías e información que pudieran brindar a las autoridades para dar con el paradero de su hija.

Ilustración: Cotona – Chile

“Ahí en la PGN me felicitaban porque decían que de todas las alertas de menores yo era la única que estaba pendiente del proceso y llegaba seguido a dejarles materiales para qué pudieran encontrarla, era la única que facilitaba la investigación”.

A inicios del mes de diciembre de 2016, María Teresa llegó a su casa y llorando le pidió a su mamá que por favor no la llevará de nuevo al Hogar, pues aseguraba que la alimentación era pésima y que existía un maltrato por parte de monitoras, quienes hacían que niñas más grandes le pegaran a las de su edad. Ambas revocaron nuevamente la alerta Alba-Kenneth y esta vez denunciaron los maltratos que su hija le había indicado, así que el juez tomó la decisión de regresar a la niña con su madre, pero ambas debían seguir asistiendo a las audiencias para comprobar que su relación marchaba bien.

El 22 de diciembre, unos días antes de navidad, ambas asistieron a la Procuraduría General de la Nación (PGN) para continuar informando sobre la resolución de problemas en su relación; todo marchaba bien, pero durante la noche, María Teresa volvió a escaparse de su casa, llevándose el estreno de navidad de ella y de sus hermanas.

La madre lloraba desesperadamente, no comprendía por qué su hija nuevamente había decidido alejarse. Las hermanas de María Teresa rompieron el silencio y le indicaron a su madre que su hermana se había involucrado emocionalmente con un pandillero, y que era él quien la obligaba a irse. Nuevamente su madre buscó ayuda para localizarla; nunca le dijeron donde se encontraba, pero ella visitaba todos los lugares que eran frecuentados por jóvenes y cada vez que alguien le decía que había visto a su hija en algún lugar, asistía lo más pronto posible con la esperanza de encontrarla.

A finales del mes de enero de 2017, María Teresa había regresado a su casa, con su familia. Pero no iba sola, otra niña la acompañaba. “María Teresa tiene la característica de nunca abandonar a sus amigos, le gustaba mucho ayudar a otros”, indicó su mamá.

María Teresa le contó que ambas habían escapado de la casa en donde miembros de una pandilla las tenían, ubicada en la colonia el Limón, en la zona 18. En esta área la presencia de pandillas es alta, pesé que a sus entradas se observa presencia policial y a veces militar, al lugar no entran ni los camiones recolectores de basura, la gente debe salir a tirar la basura a la carretera principal. 

La otra niña no estuvo mucho tiempo en casa de María Teresa, pues al ser detectadas por los miembros de la pandilla, llegaron a traerla. La mamá de María Teresa temió por la vida de su hija y le pidió que no saliera de la casa, a pesar de las advertencias, un día, aburrida del encierro decidió sentarse en la puerta de su casa, un niño pasó por ahí y en las manos le entregó un teléfono celular.

La niña le indicó a su madre que alguien le quería hablar y al atender el teléfono, la voz de un hombre le dijo muchas cosas que no logró entender, pues utilizaba la jerga de un pandillero. En la llamada le indicaron que su hija ahora le pertenecía a la pandilla; recibió instrucciones sobre dónde viviría su hija y como debía procesar legalmente frente a la PGN, “me llamó suegrita y yo le dije que yo no era suegra de nadie y que mi hija era mía no de él”, contó la madre de María Teresa, quien además se negó a acatar las instrucciones y le respondió al sujeto en el teléfono:

“Ella no es tu mujer, ¿Qué pasa si el día de mañana vos me la pones a robar, extorsionar o matar y de repente ella no lo hace bien o te roba cinco quetzales?, me la entregarás de vuelta en una bolsa de basura, porque eso es lo que ustedes hacen”.

Mientras ella defendía a su hija por teléfono, no se percató que la niña estaba siendo introducida en un vehículo por varios sujetos, corrió hacía ella, pero no logró hacer nada, tan solo recuerda las palabras de su hija diciéndole que era la única forma de actuar para protegerlos a todos.

Luego de ese día a María Teresa, la pandilla le permitió visitar en diferentes ocasiones a su familia, pero la madre notaba día con día como el aspecto físico y la salud de su hija se iba deteriorando, por lo que un día decidió mandar a su hermana por la policía, mientras ella la retenía; el plan era protegerla de nuevo en un hogar para niñas.

Todo transcurrió en el mes de enero 2017, iniciaba febrero, la madre luchaba para retenerla y María Teresa se retorcía tratando de escapar; tras peleas con sus progenitores, el padre de la niña le pidió a la madre qué no intentara ayudarle de nuevo porque la niña no lo agradecía y solo ponía en riesgo a la familia.

No pasó mucho para que los padres volvieran a saber de ella, pasaron unos días y tras unos allanamientos realizados por la Policía Nacional Civil (PNC) varios hombres, señalados de ser pandilleros, fueron detenidos por portación ilegal de armas y sustancias ilícitas, junto con ellos fue encontrada María Teresa, la única menor de edad que recién acababa de cumplir 14 años, y que había sido remitida a la PGN por la Alerta Alba-Kenneth, que su madre había colocado en diciembre del 2016.

La madre de María Teresa acudió a ella y la convenció sobre la idea de quedarse en una casa hogar era lo mejor para protegerla a ella y para proteger a su familia; nuevamente María Teresa llorando le pidió a su mamá que no fuera en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción.

“Pedí que la cambiaran de hogar, aunque me tocara pagar, pero me dijeron que no era posible porque en ningún otro lugar aceptaban a niñas que ya habían estado en el Hogar Seguro”, indicó la mamá de María Teresa así que nuevamente fue asignada al mismo hogar.

Los últimos días de febrero, María Teresa vio a su madre por última vez en una de las audiencias con la PGN en el juzgado de Niñez y Adolescencia, en donde se determinaría la situación de la niña, pero la misma fue suspendida. La madre recuerda que se encontraba llena de ronchas y que se quejaba que en el lugar todas las niñas estaban igual y qué no les daban medicinas ni comida; la monitora que la acompañaba indicó que era mentira y que sería atendida en el Hogar Seguro al llegar.

“La monitora usaba bastón, no caminaba bien, le indiqué que me dejara hablar con mi hija porque sino se le iba a escapar; gaste mis únicos Q5 para comprarle un jugo y unas galletas, le dije que me regresaría a casa pidiendo un aventón o prestando en la calle. La tomamos del brazo con su hermana, para que no se escapara, y le hicimos saber qué la queríamos mucho y qué debía estar en el hogar por su bien”. La madre de María Teresa comentó que luego de ese día, recibió llamadas por teléfono los fines de semana, era su hija desde la Casa Hogar; le había dicho que se le habían quitado las ronchas y que se estaba portando muy bien y a cambio de su comportamiento, le dejaban hablar por teléfono.

La audiencia había sido reprogramada para finales de marzo de 2017, pero todo nuevamente tuvo un giro inesperado cuando el 8 de marzo de ese mismo año, una de sus hijas le dijo que en la televisión estaban diciendo que el Hogar Seguro se había incendiado y que estaban sacando los cuerpos de las niñas.

La mamá de María Teresa corrió desesperadamente en busca de su esposo. Al contarle la noticia ambos lloraban y no sabían qué hacer. Varios vecinos les dieron un poco de dinero para que pudieran transportarse hasta el Hogar Seguro, tardaron aproximadamente dos horas en llegar. Afuera del lugar, les indicaron que el nombre de su hija estaba entre las niñas hospitalizadas. Pese a ello, no se encontraba en ningún hospital, buscaron varios días y decidieron turnarse, ella esperaría en la morgue y su esposo seguiría frecuentando los hospitales.

La madre compartió, que durante todo el tiempo que estuvieron averiguando el paradero de María Teresa, recibieron llamadas de vecinos, amigos y familiares quienes trataban de animar a la pareja con la esperanza de que quizá la niña había escapado del Hogar. “El primer día que fui a la morgue supe qué no había sido así cuando vi entrar a la mamá de Rosa a la morgue y a ella le indicaron que el cuerpo de su hija si se encontraba ahí”, relató la mamá reforzando la idea de que su hija jamás dejaba a sus amigas y que siempre estaba dispuesta a ayudar.

Efectivamente, a los padres de María Teresa se les indicó después de varios días que su hija había sido reconocida entre los cuerpos calcinados a través de las pruebas de ADN.

Desde ese día, la mamá y papá de María Teresa y sus hermanos no volvieron a ser los mismos, pues a todos les hace falta las bromas, risas y voz de la más pequeña en casa.

Ilustración: Lucía Morán Giracca

Puertas cerradas

El caso de María Teresa es uno de 56 niñas víctimas de la tragedia del Hogar Seguro. Uno de 600 niñas y niños institucionalizados en 2017; uno de los 12,824 menores de quienes actualmente desconocemos las circunstancias en las que se encuentran y las razones que los llevaron a la Unidad de Protección y Acogimiento.

Han pasado dos años desde la tragedia del Hogar Seguro y el caso sigue sin ser resuelto, la madre de María Teresa sigue, al igual que el primer día, luchando por su hija, pero esta vez no pide ayuda y protección; exige justicia. Pero será hasta el mes de diciembre, fecha en la que se encuentran programados dos de los tres procesos contra los tres grupos de implicados en donde se conocerá si él caso avanza o sigue estancado.

El abogado Rodolfo Díaz Tello, de la organización Sobrevivientes, mencionó que “las irregularidades denunciadas en el proceso de institucionalización podrían ser reflejo de la lentitud de las resoluciones por parte del sistema judicial”; esto podría afectar incluso a los hogares con la sobre población y uso adecuado de las instalaciones. Lo sucedido en el Hogar Seguro fue y sigue siendo reflejo de esta problemática al igual que la confusa y escasa información otorgada por la Secretaria de Bienestar Social sobre la situación de los menores actualmente protegidos el el sitio web de la institución. La SBS con el afán de protegerse de los medios de comunicación, caminan en espiral nuevamente hacía el epicentro de los conflictos.