Gozo desbordante, parte I
Por Gordoridad
Georges Vigarello, en su libro “Historia de la obesidad”, señala cómo la percepción de la gordura ha cambiado drásticamente a través de los años. En el pasado, los cuerpos gordos eran vistos como un signo de riqueza y bienestar, mientras que, en la actualidad, han pasado a ser considerados indicadores de pobreza social y de estigmatización. Esta transformación de la percepción refleja cómo las nociones de belleza, salud y productividad se han entrelazado con las estructuras sociales y económicas, particularmente en el contexto del capitalismo.
"La creciente valorización de la delgadez, vinculada al ideal moderno de salud y belleza, ha relegado el cuerpo gordo a una posición de marginación y exclusión, tanto en el ámbito social como en el sexual", (Vigarello, Historia de la obesidad). Esta cita subraya cómo el cuerpo delgado ha llegado a ser considerado el único cuerpo "legítimo" dentro de las sociedades contemporáneas, mientras que el cuerpo gordo, a menudo, es invisibilizado o estigmatizado. La delgadez se ha convertido en el estándar de salud y belleza, y las personas gordas somos tratadas como si estuviéramos fuera de lugar en un mundo que valora la eficiencia, el control y la conformidad. En la mayoría de los contextos latinoamericanos, los cuerpos gordos son considerados menos deseables, menos productivos y, por tanto, menos valiosos.
Este proceso de marginalización no se limita a los aspectos sociales y estéticos; también se extiende al terreno sexual. Las personas gordas somos a menudo des-sexualizadas, vistas como poco atractivas o incapaces de disfrutar de una sexualidad plena, lo que refuerza la invisibilidad de nuestros deseos y vivencias. Esta exclusión se vincula directamente con una estructura de poder que controla qué cuerpos son "aceptables" y qué cuerpos son objeto de rechazo o indiferencia.
A nivel filosófico, lo que ocurre con la gordofobia puede ser comprendido a través del concepto de biopoder, de Michel Foucault. Según Foucault, los cuerpos en la sociedad contemporánea están sujetos a un control que se basa no solo en la imposición de reglas externas, sino en la autorregulación de los individuos. La sociedad moderna produce cuerpos que se autocontrolan, que se ajustan a normas de productividad, eficiencia y salud. De acuerdo con esta lógica, la gordura es vista como un "fracaso" en términos de control del cuerpo, un signo de desobediencia frente a las normas de salud y bienestar que predominan en la cultura capitalista. El peso y la talla se han convertido en un asunto de biopoder y en un espacio para la acción disciplinaria y castigo.
Es aquí donde la gordofobia se encuentra profundamente ligada a las estructuras capitalistas que dan forma a nuestras vidas. El capitalismo no solo organiza la producción y el consumo de bienes materiales, sino que también impone una visión normativa de la corporalidad, donde el cuerpo idealizado es aquel que es eficiente, productivo y conformado según los estándares de belleza. De esta manera, la gordofobia no es un hecho aislado, sino una forma de opresión estructural que se encuentra enraizada en el capitalismo y en sus lógicas de producción, consumo y control social.
Recordemos que la gordofobia tiene orígenes coloniales y racistas que están vinculados a la necesidad que había en la esclavitud de establecer jerarquías sociales. Aunque históricamente nuestras vivencias como personas gordas han sido interpretadas desde perspectivas centradas en cuerpos blancos y delgados. bell hooks llama a esto el “imperialismo cultural” donde la narrativa dominante perpetúa una visión parcializada que ignora la experiencia vivida de las personas racializadas y gordas, quedando así limitado y sesgado el conocimiento a teorías que no representan la realidad integral sobre las personas gordas.
“Las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo”, Audre Lorde (1984). Nuestras voces como personas gordas deben ser el centro de cualquier discusión o vivencia sobre el mismo y es necesario priorizar narrativas que emerjan desde los márgenes, integrando las experiencias vividas y desafiando las estructuras académicas que excluyen e invisibilizan nuestras historias.