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Génesis Ramírez: “No dejaremos de luchar hasta encontrarlas”

Foto: Karen Lara

Génesis Dayana Ramírez Velásquez es una joven de 24 años, originaria de Honduras. Es madre de dos niños y estudiante de Informática. Su vida cambió hace 15 años, cuando su mamá desapareció en México, por lo que desde hace algunos años, participa en el Comité Amor y Fe, integrado por familiares hondureños de migrantes desaparecidas. Allí, es la encargada de la base de datos de las familias y acompañamiento psicosocial.

Su mamá, Julia Velásquez, migró en 2007 rumbo a Estados Unidos. Llegó a Carolina del Norte y por un problema con su excuñado, regresó a Monterrey, Nuevo León, México. Allí se estableció, obtuvo un trabajo y se unió con un mexicano, llamado Juan Carlos.

A los ojos de su familia, que permaneció en Honduras, todo parecía estar bien. Les apoyaba económicamente y se comunicaba con ellas dos o tres veces a la semana. “Pero de la noche a la mañana desapareció”, explicó Génesis. Desde ese día, el 17 de agosto del 2012, no volvieron a tener información sobre su paradero.

En ese momento, la familia de Génesis comenzó a buscar a su mamá. Reportaron su desaparición y se hicieron pruebas de ADN, entre otras acciones, con el fin de localizarla. Sin embargo, no han obtenido respuesta.

En esta entrevista, Génesis narró su experiencia como una mujer que busca a su mamá migrante desaparecida.

¿Cómo comenzó la búsqueda?

Todos los años, los comités de familiares de personas desaparecidas conmemoran el 30 de agosto y entregan volantes en los parques. En 2012, mi hermana, de casualidad, se acercó a una de las carpas y dio sus datos. Ellos, muy interesados, comenzaron a llamarnos, pero pensábamos que era una broma porque después de 5 años de la desaparición de mi mamá, habíamos perdido la esperanza de volver a verla.

En 2018, me llamaron de parte del Comité Amor y Fe, me contaron lo que hacen y me invitaron a una reunión. Conocí a las familias y cuando escuchaban mi historia, se sorprendían porque se trataba de uno de los pocos casos de una hija buscando a su mamá. Yo en ese momento no podía ni hablar sobre el tema, pero ellos me animaban. Me preguntaron si quería formar parte de la junta directiva y acepté.

Ahora acompaño procesos psicosociales y soy capaz de dar entrevistas con libertad. (Ríe) Para mí esto ha sido como una puerta abierta hacia la esperanza de volver a ver a mi mamá.

Ver la esperanza de una madre te llena a ti también de esperanza y de paz. Nosotras intentamos reír y convivir a pesar del llanto, el dolor y la ausencia. El comité me ha cambiado mucho la vida.

¿Cómo impactó tu vida la desaparición de tu mamá?

En casa no hablábamos sobre el tema. No nos explicaban lo que sucedía. Un día, cuando tenía 16 años, mi hermana me preguntó cómo me sentía con la desaparición de mi mamá y si ya lo había asimilado. Yo lloré y saqué todo el dolor que se había acumulado dentro de mí. No sabía qué responder porque desconocía el contexto.

En este andar, cada vez que veo una repatriación, me desespero también. A veces quisiera que viniera mi mamá para ya no estar con su ausencia y dejar de preguntarnos dónde está y qué le está pasando. Siempre que hago un reporte pido que si este Juan Carlos me escucha, me diga dónde está.

Sus hijas somos ahora ya adultas. Ella tiene que volver porque la seguiremos esperando.

¿Qué has aprendido sobre ti en la búsqueda por tu mamá?

He aprendido a encontrar a mi niña interior. En una ocasión, participamos en una jornada con compañeras feministas, quienes nos pusieron a hacer un poemario. Me pidieron que recordara la etapa que más me ha marcado o la que más me ha dolido y escogí mi niñez y adolescencia.

Allí convertí mi dolor en un arte poemario. Lo llamé La niña del reflejo porque en las imágenes veía a la niña que yo era angustiada y llorando. Pude llegar a ella y decirle: “ya para, hay que sanar, si no, nunca creceremos”.

¿Qué le dirías a las otras mujeres que buscan a sus seres queridos desaparecidos?

No bajen la guardia, continúen con la lucha. Continúen en el camino porque una hija callada, jamás será escuchada. Si guardas que tu familiar no está, ¿quién adivinará que está desaparecido?

Perdamos los miedos y afrontemos los retos porque así es la vida. Vivir y no servir no tiene sentido. Siento que estoy haciendo una gran labor en mi vida, amo lo que hago y el ser parte de esta organización de familias me hace sentir bien.

Si tu mamá leyera esta entrevista, ¿qué le dirías?

Nosotras la esperamos; mi hermana mayor, Nubia, mi hermano menor, Wilder, la esperan. Su mamá, Catalina, la espera.

No importa en qué condiciones esté, no estamos para juzgarla. Todas en casa la esperamos.