RUDA

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Furia Amoral: no dejaremos de gritar

Fotografía: Rocío Velasco

País: El Salvador

Habíamos organizado, por primera vez, la marcha del Día Internacional de la No Violencia Contra las Mujeres desde el movimiento de mujeres jóvenes. Creamos la convocatoria y como colectiva estábamos listas para nuestra intervención artística de ese día, nuestra palabra clave durante varios meses había sido la “Furia” por todos los acontecimientos con los que veníamos lidiando desde mayo del 2019. Nos reunimos en la Plaza  y comenzamos a marchar junto a nuestras compañeras, esperando la señal para el primer “ataque”. Cuando el momento llegó, corrimos con nuestros esténciles y latas a la primera pared que nos pareció indicada, detrás de nosotras un policía nos decía “no se puede pintar la propiedad privada”, hicimos caso omiso (claro) y seguimos caminando hasta llegar al edificio de las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones) donde nos dispusimos a pintar de nuevo y donde otros agentes de la policía corrían para impedir que dañáramos la preciosa propiedad de las pensiones a las que muchas de nosotras ya ni siquiera aspiramos. Éramos, literalmente, unas payasas subversivas corriendo continuamente de la policía durante el transcurso de toda la marcha, escondiéndonos detrás de un escudo invisible mientras nuestras compañeras impedían que nos quitaran nuestras herramientas de trabajo.

Como dije al principio, nos movía la furia. Desde que comencé a hacer Teatro en la Universidad de El Salvador (2012-2015) escuchaba rumores de cierto grupo de mujeres que creaban caos en los espacios artísticos y dañaban la reputación de los “grandes maestros de teatro” en el país. Al mismo tiempo, escuchaba los rumores de cierto maestro de teatro con el que debía tener cuidado pues se sabía que acosaba a las estudiantes que llegaban con la intención, al igual que yo, de convertirse en actrices en un país que no tiene una carrera en teatro y que convierte estos espacios en una de las formas más accesibles para tener algún tipo de formación actoral. No fue hasta 2014 cuando conocí a quienes fueran las miembras de “Las Amorales”. Me invitaron a participar en su festival más grande del año: “El Akelarre”, y desde entonces comencé a formarme dentro del feminismo y a entender la razón detrás de todas las historias que se creaban en torno a la colectiva y como eran la respuesta de directores agresores ante las denuncias hechas por ellas. Para el año 2016 yo ya era una Amoral. Comenzamos a trabajar en un proyecto de música y fue allí donde comprendí la importancia que tiene para nosotras, las mujeres, tomarnos los espacios públicos para denunciar la violencia, transformar el imaginario colectivo y proponer formas de organización que tengan como resultado sociedades más justas y con la garantía del ejercicio de los derechos de las mujeres y niñas.

Para el año 2019 nuestra intervención del 8 de Marzo contó con alrededor de veinte mujeres reunidas en Plaza Cívica en el Centro Histórico de San Salvador, nos reunimos en un funeral para conmemorar a las víctimas de feminicidio y exigir justicia. También durante ese mes realizaríamos uno de nuestros montajes más elaborados, “El Circo Ciejo” donde a través de juegos invitábamos a las personas que se acercaban a conocer sobre agresiones cometidas por personas públicas, como diputados, docentes, fundamentalistas y otros.

En mayo de ese año recibimos la primera noticia que acrecentaría en nosotras lo que luego llamaríamos “Furia Amoral”. Cuatro de nosotras habíamos viajado a Uruguay en nuestro “Primer Encuentro Internacional de Mujeres Artistas”, ese día tomábamos chocolate en una plaza y platicábamos sobre proyectos a cumplir cuando regresáramos a El Salvador y, en ese momento, recibimos un mensaje de texto que nos obligó a regresar al hotel donde estábamos hospedadas. Las denuncias por difamación son la nueva tendencia entre los agresores, ahora era nuestro turno, uno de los docentes que habíamos denunciado por agresión sexual a sus estudiantes había puesto una demanda en contra de dos compañeras de la colectiva, desde entonces nos enfrentamos a diferentes audiencias y en cada una pudimos ver como el mismo Estado que debería garantizar nuestros derechos, respaldaba a un agresor y  a su honor. Estas audiencias terminaron en una sentencia que absolvió a una de nuestras compañeras pero condenó a la otra. Nos encontramos ahora ante una apelación por la sentencia injusta que obtuvimos, que dejó de  lado el testimonio de mujeres que vivieron agresiones por parte de ese docente.

Estamos muy agradecidas por todo el apoyo que hemos recibido de compañeras de toda Latinoamérica que se han sumado a la campaña #YoLeCreoALasAmorales. También por nuestras amigas y aliadas que han estado en todas las audiencias gritando desde la furia junto a nosotras.

Seguimos en constante aprendizaje dentro de nuestros procesos como artistas y en nuestras intervenciones de calle, pero no dejaremos de romper con la cotidianidad de los espacios públicos ni dejaremos de gritar cuando seguimos siendo agredidas por este sistema patriarcal recalcitrante.

Yo sé que somos muchas, abuela. Sé que todas caminamos juntas, abuela.“Abuela”de Luna de Anatolia.