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“Es el momento de plantear un sistema alimentario soberano en Argentina”

Fotografía: Prensa UTT

Por: Flor Alcaraz

Rodeada de flores y plantas aromáticas, Rosalía Pellegrini Holzman atiende desde su vivero el llamada de LATFEM. Es productora de plantas medicinales y Coordinadora Nacional de la Secretaría de Género de Unión de Trabajadorxs de la Tierra (UTT). Las plantas que ella cultiva van directo a los corredores biológicos de las parcelas agroecológicas de la organización donde crecen las frutas y verduras que luego llegan a los nodos-almacenes de ramos generales y, más tarde, a las casas en formato de bolsones. “La verdura agroecológica, además de estar libre de agrotóxicos, tiene una promoción de la biodiversidad y en los cultivos hay flores y plantas aromáticas como menta, orégano, melisa, flores de todo tipo”, explica mientras sus hijos corretean alrededor.

Creada en 2010, la UTT logró una mayor visibilidad de sus reclamos con acciones directas durante los años del macrismo: los feriazos y verdurazos. La organización, que reúne a 16.000 familias repartidas en 15 provincias de la Argentina que producen alimentos agroecológicos, defiende la soberanía de las semillas, también está dando una respuesta campesina y solidaria a la pandemia por el Covid-19. Un día antes de esta conversación Rosalía Pellegrini Holzman estuvo en Villa Azul, el barrio del partido de Quilmes que fue cerrado para evitar la propagación del coronavirus. Repartieron 21 mil kilos de verduras: papa, zapallo, batata, cebolla, acelga, lechuga y apio que llegaron directo desde sus productores a las casas de la villa. El Ministerio de Desarrollo de la Comunidad de la provincia de Buenos Aires les compró los alimentos directamente a la UTT pasando por alto los eslabones intermediarios que suelen encarecer los precios de los productos. Este tipo de ventas al Estado no son habituales para las organizaciones que se encuentran por fuera del circuito de las grandes empresas que proveen a los Estados. La UTT además donó otros 2 mil kilos de verduras para el barrio.

—Desde que comenzó la cuarentena han donado 100 mil kilos de verduras a comedores populares. Estuvieron repartiendo donaciones de verduras en barrios de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, en la Villa 31 y en Villa Azul ¿Cómo se organizaron esas acciones?

Surgió primero por una donación. Estamos teniendo una demanda muy grande de donaciones. La UTT viene teniendo una actitud de solidaridad con los feriazos y los verdurazos, como una forma también de protesta, de solidaridad y de apoyo a los sectores que menos tienen. Las donaciones que hacemos hoy son una continuidad de esas acciones. Con la cuarentena empezamos a ver mucha gente en barrios de la capital con el tupper al mediodía esperando un plato de comida, mucha gente que vivía y vive de las changas y que ahora no puede salir, no tiene trabajo. Todo el mundo está dando de comer, está organizando ollas, están haciendo comedores. Y bueno, ahí nosotros nos sentimos parte de toda esta red solidaria porque tiene que ver con la comida, con el alimento. Entonces empezamos a hacer donaciones. Donamos más de 60.000 kilos de verdura en Buenos Aires, en Villa 31, en Constitución, en La Boca, en San Telmo y estuvimos también en Villa Azul. Repartimos 3.000 bolsones de verdura en el marco de una propuesta de la UTT con el Estado. Porque si el Estado argentino va a hacer asistencia alimentaria, que sea con alimento directo de los productores y las productoras, ¿no?

—También armaron una red de articulación con los comedores, con las organizaciones sociales…

Recibimos un montón de llamados por día con el tema de las donaciones. En vez de estar atendiendo llamado por llamado y sabiendo nuestras limitaciones, porque no somos el Estado…..convocamos a una red de articulación de comedores por la alimentación soberana, también entendiendo que sí estamos ya en la Argentina en la cual vuelven las ollas populares, queremos que en los comedores esas comidas estén hechas con alimento digno, con alimento soberano, que podamos decidir qué queremos comer…

Hay un modelo agroalimentario en Argentina que implica que los que menos tienen coman las sobras del sistema y que no puedan acceder a comida de calidad. Solamente los sectores que tienen ingresos económicos pueden acceder a comida de calidad. Nosotros queremos poner en discusión ese sistema porque hay un puñado de empresas que hacen grandes negocios dándole de comer basura a los pobres. Y eso lo que genera no solamente es la falta de acceso a los alimentos, sino la malnutrición y los problemas de alimentación que hay en nuestro país. Queremos proponer esta articulación en la cual no solamente demos comida, sino ampliemos los derechos del pueblo. Y pensemos en esta articulación del campo de los campesinos y las organizaciones populares de los barrios que están hoy, de alguna manera, dando la respuesta a lugares a los que el Estado, en muchas ocasiones, no está llegando.

—¿Qué impacto está teniendo esta crisis sanitaria y las medidas de aislamiento obligatorio en los y las trabajadores de la tierra?

Como parte del pueblo, parte de las trabajadoras y trabajadores, también nos está golpeando esta crisis y la angustia de que tu vida esté, de alguna manera, amenazada por el virus. Para nosotras tiene un impacto en cuestiones concretas: lo que tiene que ver con la circulación por los territorios rurales. No es lo mismo tener que ir a comprar pan a un negocio que tenés ahí al lado que tener que trasladarte porque estás en una zona rural y el negocio para ir a comprar un alimento o un medicamento está muy lejos de una ruta. Bueno, todo eso generó que muchas familias tengan miedo de salir y tengan tanto miedo por el virus como por la policía. Esta cuarentena y las medidas que se están tomando muchas veces se piensan desde una perspectiva muy urbana. Después nos encontramos con la falta de semillas para producir, como también los insumos que han aumentado muchísimo. Han aumentado alimentos que no producimos nosotros y alimentos que también paradójicamente producimos.

Nosotros y nosotras seguimos produciendo alimentos: el campo que produce alimento con sus propias manos no para. Sigue trabajando. Cada vez más apostando por la agroecología y la venta directa del productor al consumidor.

—Hay muchas reflexiones circulando sobre la post-pandemia y la alternativa al modelo del agronegocio parece tomar más fuerza ahora. Es algo que también se observa si pensamos que en estos tiempos aumentó el consumo de productos agroecológico¿Cómo amplificar y potenciar esa conversación abierta hacia otro modelo de producción y alimentación posible? 

Es el momento de plantear algo que venimos planteando hace tiempo, pero esta vez con más fuerza. Y esto es una alternativa a un sistema alimentario en Argentina soberano. Esto quiere decir que no podemos depender de un puñado de empresas para poder comer. Empresas que son corporaciones multinacionales, pero también empresas de acá que tienen mucha conexión con estas corporaciones multinacionales y con el negocio de la exportación de alimentos. Porque la pandemia, de alguna manera, pone de relieve que este sistema agroindustrial de entender el alimento como un negocio se llevó puesto todo, se llevó puesto pueblos enteros, territorios, ecosistemas y en esa alteración de esos ecosistemas, todas las pistas apuntan a que la culpa es del modelo agroalimentario.

Después, sin ir más lejos, Ramona en la Villa 31, muere por el abandono y la desidia del Estado y también muere fruto de un sistema agroalimentario que la hace más vulnerable al virus. Los sectores populares quedan como condenados a tener los organismo más débiles que puedan. Llegar hasta la fatalidad de morir por el virus. Entonces hoy es totalmente necesario plantear esa alternativa de un modelo producción, alimentos que ponga el foco en la agricultura familiar y campesina, en los pequeños y medianos productores. Y claramente entendemos que todos los avances que tenemos como sociedad los construimos desde el pueblo, desde los territorios, desde la comunidades.

La realidad hoy es que este Estado tiene buena voluntad pero de todos modos no está llegando. Hay muchas fallas en el sistema y somos las organizaciones las que estamos respondiendo. Entonces me parece que somos las organizaciones las que vamos a construir esa alternativa y a proponer, reclamar y presionar por esos cambios.

Foto: Prensa UTT

—Estamos a días de un nuevo aniversario por Ni Una Menos, suele hablarse del efecto derrame que tuvieron los feminismos en distintos ámbitos, ¿Qué cambió en el campo desde Ni Una Menos a esta parte?

Hace ya unos años, cuando se forma la Secretaría de Género en la UTT, inmediatamente lanzamos un programa de promotoras rurales de género, porque tenemos que entender que también el impacto de la violencia machista en los territorios rurales es totalmente diferente que en otros territorios. Todos esos avances producto de la lucha del movimiento de mujeres, esos avances en leyes, en institucionalidad, para el territorio rural está siempre lejos. Estamos lejos del Estado. Económicamente estamos lejos. Culturalmente hay un montón de construcciones machistas y formas de pensar y actuar muy enquistadas. El campo es machista. El modelo de producción dominante en el campo es machista. Entonces ha sido muy importante para nosotras construir esta red que nos defienda primero de la violencia, que lleve esas políticas públicas y de institucionalidad al territorio rural, donde la compañera campesina no tiene celular porque el marido o parientes se lo retiene, porque tiene miedo y piensa que no tiene derechos por ser campesina, por ser pobre, por ser migrante. Ahí tenemos que llegar.

La red está protagonizada por las propias compañeras agricultoras. Y esta red nos llevó primero a poder desnaturalizar esta violencia doméstica, esa violencia física pero también económica, ese trabajo no reconocido de la mujer campesina que garantiza que esas familias que al otro día de pie para seguir produciendo, pero también nos llevó a reflexionar acerca de lo que pasaba en la quinta, ¿no? No somos reconocidas. Muchas veces no manejamos el ingreso de la quinta y tampoco decidimos sobre el modelo de producción. Muchas veces me pasa compartir con compañeras el paso del espacio de reflexión de la Secretaría de Género y ellas me dicen “Yo creo en la agroecología, pero como mi marido no está convencido, sigue produciendo con agrotóxicos”. Y este cuestionamiento provoca la quinta, si acaso si trabajas más. Sin embargo, no decidís crear ahí, dando cuenta de cómo este modelo de producción, que tiene a la naturaleza como una mercancía, está fuertemente ligado a la cultura patriarcal.

Fuente: LATFEM