RUDA

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El movimiento estudiantil, ente vivo y transformaciones orgánicas como respuesta en lenguaje contextual

Fotografía: David Luh

Lograr definir una idea, línea o tema para este artículo, no digamos un sentimiento, es una tarea difícil, principalmente en el escenario actual. Estar en la AEU, supongo que en cualquier momento de sus cien años, es un trabajo complejo, atemorizante y apasionante.

Lo que se espera de quienes están en este espacio es extraño, se construye un prototipo ideal en el que no caben errores, dudas o miedos. Se les ve como paladines o como  inútiles niños incapaces. El peso de una institución histórica y poderosa como esta no es simple de llevar y de comprender.

No será un artículo para desbordar mi sentir (aunque para mí el pensar y el sentir van siempre de la mano); este artículo será un intento sucinto (ojalá) de diseccionar la complejidad del movimiento estudiantil actual como resultado de una historia tan caótica como la nuestra. Intentar describir la lógica (si cabe) del proceso evolutivo del movimiento estudiantil, de sus formas de manifestación, de sus encrucijadas y de sus cooptaciones (aunque en tan pocas líneas seguro me quedo en el arranque).

La AEU más que fuente inagotable de líderes, era lazo de organizaciones sociales,  espacio de convergencia, altavoz del lenguaje popular. Haber perdido durante casi veinte años este espacio fue un acierto indiscutible para quienes han ostentado desde siempre el poder en el país.

La AEU no es (únicamente) la organización y acción del movimiento estudiantil, sino por su naturaleza y características particulares, es el punto que permite la unión de los sectores organizados a nivel nacional.

Hoy, más que en otros momentos, se discute la pertinencia de la AEU frente a la Huelga de Dolores, irónico debate si entendemos su relación y utilidad histórica. Hoy, más que otros momentos, se cuestiona el factor juventud como defecto de los representantes estudiantiles. Hoy, más que en otros momentos, se delibera el camino que debe seguir la construcción democrática de los espacios estudiantiles del país, como si este tuviera una forma «correcta» de hacerse. Realizar un consenso en estos debates es complejo, de la misma forma que sería explicar a profundidad a Guatemala sin una verdadera construcción histórica.

La Huelga de Dolores surge en 1898 y es interrumpida en 1903 y 1908  por la represión del gobierno de Estrada Cabrera, siendo el “no nos tientes” el único mecanismo de expresión posible. Con el establecimiento de la Asociación de Estudiantes en 1920, se retoma la huelga como herramienta de denuncia, empleando la sátira como mecanismo seguro para emitir una opinión cruda de la realidad nacional. En varias ocasiones la huelga se ve forzada a detener actividades, momento decisivo en que la AEU interviene para que se retomen nuevamente las pancartas. La visión utilitaria de la huelga como herramienta para expresar de manera resumida y simplificada persistirá en el discurso, se presentará la complejidad político-social del país por medio de elementos específicos que evidencien la situación contextual, algunos de estos elementos serán el “no nos tientes”, el desfile bufo y el uso de capucha, etc.

A partir de la firma de los Acuerdos de Paz, con las bases de los partidos de “izquierda” carcomidas, las organizaciones sociales distraídas en las “mejoras prometidas” y con varias personalidades intelectuales en el exilio, desaparecidas o asesinadas, fue más sencillo posicionar  personal “capacitado”  para cooptar con esta institución y que se utilizara  precisamente la huelga como vehículo negativo. La herramienta satírica se convierte en excusa de vacuidad, la ritualidad se convierte en abuso, la festividad en vandalismo y la colectividad en violencia. Las asociaciones de estudiantes son sustituidas por comités de huelga.

Estas circunstancias, lejos de ser negativas como se esperaría, le ofrecen en 2010  a la Huelga el estatus de Patrimonio Cultural Intangible de la Nación, no por su tradición centenaria sino por la usurpación de la representación estudiantil los últimos 14 años.

Con lo anterior, cuestiono ¿son los elementos de la huelga hoy necesarios?, ¿no existen otras herramientas de lucha, organización y transformación?, ¿necesitamos únicamente un grupo de choque?, ¿solo es posible una sátira como denuncia encubierta? ¿Es posible que ignoremos la necesidad fundamental de entender que el presente nos exige mayor complejidad en el juego?