RUDA

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El fueguito del Arte

Por: Sara Curruchich

Muchas y muchos abuelos, leyendo las señales de la luna y el cielo, comenzaron a anticipar y prevenir sobre lo que podría aproximarse desde mucho antes del inicio del 2020.

La llegada de la pandemia propició visibilizar mucho más las injusticias y las desigualdades históricas hacia los pueblos, hacia las mujeres. Es innegable el decadente acceso de salud, los altos índices de desnutrición y pobreza, aunque claramente, muchas de las autoridades estatales lo niegan y seguirán haciéndolo, pues reconocerlo, es reconocer no solo sus privilegios sino también las mafias que imperan en el país.

De acuerdo con el censo poblacional del 2018, se registran 8.754.875 mujeres, es decir, el 50,76% del total de la población en Guatemala son mujeres. Ante esta coyuntura, como mujeres no solo nos enfrentamosa la agudización de la pandemia de la COVID-19, sino también nos enfrentamos mayormente al incremento de la violencia hacia nosotras; violencia en el entorno cercano, y violencia que ejerce el sistema y el mismo Estado al vulnerar nuestras vidas negándonos los servicios básicos, la justicia y siendo cómplice de los crímenes que suceden hacia la integridad, nuestros cuerpos y al solapar a los agresores. Hay quienes mencionan que el incremento de la violencia se debe “al estrés del encierro”, pero la violencia jamás se justifica, violencia es violencia y debe parar.

En aras de dar la información a todo el territorio, las radios y periódicos tienen un papel fundamental, y en esta coyuntura, se suma e incrementa el uso de las diferentes plataformas digitales como el facebook, Twitter, Instagram, etc. Estas permitieron generar y compartir contenidos educativos, información, reuniones, encuentros entre mujeres diversas de todo el país y del mundo, foros, conciertos, obras de teatro, entre algunas.

Las redes sociales tienen un poder impresionante. Claro está que debe ser utilizado correctamente, de lo contrario también permite diferentes reproducciones de violencia, estigmatización o naturalización de crímenes. En muchos de los casos, los cuerpos de las mujeres son objetivizados, las redes también pueden generar una expansión de contenido que promueve la trata de mujeres, la objetivización y sexualización hacia nuestros cuerpos.

Según el Ministerio Público, son aproximadamente 6 mujeres desaparecidas por día. Durante un mes, observé que quienes comparten esta información de búsqueda o de unirse para exigir justicia son en su mayoría mujeres, “Por favor compartir” son frases que acompañan muchas de las alertas que se publican, con la esperanza que aparezcan sanas y salvas.

Estas noticias nos aturden, nos asustan, nos duelen, podemos ser nosotras. Solamente algunos hombres comparten, pareciera que las únicas que muestran más preocupación y alarma ante esto somos nosotras ¿qué está pasando entonces con el resto de la sociedad?

Han encontrado a varias mujeres asesinadas, y entre los comentarios: “Se hubiera cortado las uñas antes de salir” “Qué feos tenía los pies”, “Ella se lo buscó” “Iba muy provocativa” “¿Quién se querría meter con eso?” “Es de la mara, ella se lo buscó”.

Siempre he pensado: ¿qué pasará por la mente de las personas que escriben algo así en ese momento? ¿Sentirán algo? Le cuestionan a ellas, se burlan de ellas, somos nosotras las malas, pero hacia el agresor, los comentarios son mínimos o casi nulos, lo defienden, lo victimizan.

Sucedió también cuando las compañeras de diferentes pueblos hicieron protestas cantando, y muchas personas les catalogaron como “mentirosas”, “las locas” “las feminazis”, “atención es lo que buscan” decían. O cuando se comenzó a utilizar el marco en la foto de perfil de Facebook con la frase: “Nací para ser libre, no para ser asesinada” impresionantemente, a los minutos, comenzaba una ola de marcos que utilizaban los hombres para burlarse del movimiento.

Esto no es gracioso, esta realidad es grave. Amigo, date cuenta que te volvés cómplice de ese acto violento al reírte o dejar comentarios burlescos hacia la situación, date cuenta que de esa manera también legitimas la violencia contra las mujeres. Date cuenta que es urgente y necesario cuestionar tus palabras, tus acciones, y ponerle un alto a la violencia en todos los entornos, incluyendo las redes sociales.

Sí, es difícil no sentir un nudo la garganta y en todo el cuerpo al escribir esto, y es posible que luego, al volver a leerlo vuelva a sentir lo mismo, porque si bien hay muchas mujeres que no conocemos, todas somos hermanas, historias, caminos, sueños, familias, y tenemos derecho de vivir libres, sin miedo, de tener un camino y existencia plenas y sin violencia.

Dicen y enseñan las abuelas en la comunidad que la solidaridad tiene una inmensa importancia, nos hablan sobre los caminos plurales, las alegrías y sanaciones individuales, sí, pero aquellas plurales y colectivas también, aquellas que se hacen a través de la palabra, de las plantas, del agua.

Una de estas noches me sentía muy triste e indignada por leer tanta falta de empatía en las redes ante los feminicidios y desapariciones de mujeres, y antes de entrar al tuj, unas amigas me compartieron fotografías de sus pinturas; otras, videos cantando, también recibí música creada por niñas. Todo eso me hizo llorar, me hizo sentir acompañada, un abrazo al alma, el espíritu y el cuerpo, porque ante lo que vivimos, una de las formas que encontramos para nombrar, denunciar, romper el silencio, acuerpar, abrazarnos con fuerza y ternura, para tejer nuestra alegría, es el arte.

Entonces volví a reflexionar que podemos acompañar a una hermana que vive a tantos kilómetros de donde estamos, que podemos decirnos que no estamos solas, que estamos con nosotras.
Ponemos fueguito para calentar el cuerpo, el k’u’x, el espíritu, así agradecemos a nuestras ancestras también por su voz. Tomamos las guitarras y hacemos canciones, melodías y coplas para decirle a todas las demás hermanas que nuestro corazón es su corazón, y que jamás dejará de latir en la red misma de la tierra, que nunca dejaremos de gritarlo, que no pararemos, que seguiremos exigiendo justicia, porque aquí estamos todas para todas.

Tantas hermanas en los pueblos, en todo el mundo, danzando, cantando, pintando; porque el arte sana, lo ha hecho en toda la historia, y ahora en medio de esta pandemia podemos darnos cuenta de que no pasamos un solo día o noche sin escuchar música, o mover el cuerpo. Porque el arte sana, como sanan las plantas medicinales de nuestras abuelas en toda la espiral del tiempo y de nuestros cuerpos.

Y aquí estamos, aquí seguiremos, cantando fuerte, sin miedo, porque en tu canto, en nuestro canto también está el canto de nuestras abuelas, de los caminos, del fuego, de la memoria y la dignidad.