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El despertar del Movimiento Feminista de la Universidad Pública de Costa Rica

En el 2018, en Costa Rica, el movimiento estudiantil de la Universidad Nacional (UNA) pasaba por momentos complejos y pedía a gritos un espacio autónomo de organización feminista. Las mujeres de la universidad necesitábamos unión y acuerpamiento, ya que tanto los espacios de organización estudiantil, como las aulas y la universidad en general, estaban repletos de violencia machista y desigualdad. A partir de una necesidad colectiva, decidimos denunciar estos hechos en redes sociales a partir del uso del hashtag #MePasóEnLaUNA, donde reconocimos la existencia de muchas historias compartidas y nos dimos cuenta de que a partir de una lucha interseccional y horizontal, íbamos a poder generar espacios feministas de validación y cuido.

La ola de denuncias creció exponencialmente en redes y en cuestión de meses, Costa Rica entera se mostraba alerta ante las situaciones ocurridas dentro de las universidades. El tema estaba en el ojo público, era evidente que las mujeres y cuerpos feminizados estábamos estudiando en espacios inseguros. Esta realidad que para nosotras no era nueva, había permanecido en silencio y poder evidenciarla permitió que muchas personas que habían sido víctimas de hostigamiento sexual pudieran contar sus historias. La colectiva nació entonces a partir de una necesidad conjunta de poseer un lugar de enunciación seguro y feminista lejos de las estructuras de representación estudiantil y de la institucionalidad.

La UNA ya tenía para ese entonces un reglamento para prevenir, investigar y sancionar el hostigamiento sexual dentro de la universidad, creado en 1996 y modificado por última vez en el 2017, el cual poseía y posee aún falencias. La institución carece de suficientes personas que registren y procesen las denuncias, así como sanciones consecuentes ante los casos de acoso y violencia sexual en la institución, entre muchas otras carencias que dificultan el proceso de denuncia formal, dejando impunes a muchos de los agresores. Fue así como mediante las redes sociales se generó acuerpamiento entre compañeras, el reconocimiento de nuestra lucha y la validación de las denuncias que nos estaba negando la institución.

Posterior al apogeo del hashtag y a partir del activismo en redes sociales, hemos logrado consolidar un espacio feminista y autónomo estudiantil donde mujeres autoconvocadas se decidieron organizar para generar redes de trabajo horizontales con un objetivo en común: luchar contra la violencia machista dentro de la universidad. Nuestra primer forma de lucha y organización nació del arte y la complicidad, respondimos al llamado del hashtag demostrando la rebeldía de construir juntas y a partir de esto, nos hemos venido manifestando mediante campañas de fotografías, almuerzos compartidos, pintas, bailes, salidas, marchas. Así le resistimos al sistema que nos oprime: mostrándonos unidas y alegres ¡y funciona! porque ha generado disgusto y ponernos bajo la mira por parte de jerarcas universitarios y medios de comunicación.

A partir de esto, meses después la Universidad de Costa Rica (UCR) y El instituto tecnológico de Costa Rica (TEC) conformaron sus propias colectivas bajo los nombres de Me Pasó en la UCR y Me Pasó en el TEC. En vista de la problemática alarmante de la situación de las universidades en nuestro país, decidimos unirnos y crear una declaratoria de Estado de Emergencia en las universidades públicas, que tocaba puntos como la desigualdad de género, el encubrimiento de profesores denunciados y la violencia sistémica de la que somos víctimas en espacios universitarios. Se logró visibilizar en medios nacionales e internacionales, una cantidad de acusaciones informales que reflejaba una falencia en los mecanismos institucionales de denuncia.

A raíz de la declaratoria, se gestionan espacios como encuentros interuniversitarios de colectivas y movimientos feministas de las universidades, capacitaciones sobre formas de denuncia, instrumentos legales y acuerpamiento para las estudiantes afectadas, además de la exigencia de divulgación de nombres de personas denunciadas por acoso dentro de la UNA. Gestionamos reuniones semanales, espacios en medios de comunicación nacional e internacional e incluso ser parte de una audiencia en la comisión de la mujer en la Asamblea legislativa de nuestro país, en donde tuvimos espacio para compartir los alcances de las colectivas y expusimos la situación de las diferentes casas de enseñanza.

A un año de la declaratoria, las dificultades y retos del movimiento feminista universitario son claros, los jerarcas no acogieron el estado de emergencia y si bien es cierto se avanzó sustancialmente en temáticas de hostigamiento sexual dentro de las universidades públicas involucradas, estas aún se encuentran rezagadas en materia de igualdad de género. La UNA espera por la aprobación de reformas al reglamento, con el fin de actualizar ciertos puntos en cuanto a la fiscalía que revisa, recibe y procesa las denuncias, sin embargo las temáticas de género y la problemática de las mujeres sigue estando en segundo plano. Hoy en día Me pasó en la UNA encara una lucha por el reconocimiento de espacios autónomos dentro de la universidad y la atención a nuestras demandas ante un panorama nada alentador con el cambio de rectoría próximo, donde los postulantes a rector, todos hombres, no han propuesto soluciones claras ante las demandas ya planteadas por la colectiva.

Este nuevo despertar del movimiento feminista dentro de las universidades públicas y me atrevo a decir que de Costa Rica, merece permanecer vivo en la memoria histórica y que sirva de puente para seguir manteniendo la lucha por un mundo más justo. Sabemos las dificultades de hacer tambalear a un sistema económico y social capitalista que se sustenta de la desigualdad y que no está interesado en la búsqueda del bien común para ninguna. Es por eso que la construcción de espacios por y para nosotras, siempre serán necesarios y alentadores, porque: «La revolución será feminista o no será»