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Defensoras de la Sierra Tarahumara intercambian experiencias en Guatemala

“Me llevo una impresión ambivalente, tengo mucho coraje, mucha impotencia e indignación de ver como los territorios indígenas a lo largo y ancho del territorio de México y a lo largo y ancho del territorio de Guatemala están siendo despojados de sus recursos naturales”, Isela González Díaz.

Por Joel Pérez

Isela González Díaz, coordinadora del colectivo Sierra Madre, en Chihuahua, México y Amada Chávez, de la comunidad Coloradas de la Virgen, de ese mismo estado, estuvieron recientemente en Guatemala, invitadas por la organización Mugarik Gabe, del país Vasco, como parte de la visita “Bizitza Jokoan / La Vida en Juego: Tierra Vidas y Derechos”, actividad en la que compartieron sus experiencias de lucha con comunidades de El Estor, Izabal y Cobán, Alta Verapaz.

En un recorrido realizado por personas defensoras del territorio y periodistas de varios países, en Alta Verapaz e Izabal, González Díaz compartió su experiencia de lucha junto a la población de la Sierra Tarahumara. Hizo una comparación y refirió que la lucha de los pueblos de Guatemala son las mismas de los pueblos mexicanos.

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A pesar de ser países diferentes, la situación de lucha por el rescate y la conservación de la madre naturaleza, es la misma en ambos países. “La persecución por defender el territorio también es similar”, dijo González Díaz, al ser entrevistada por Prensa Comunitaria.

“Da mucha fuerza el encontrar en estas tierras la lucha de los pueblos que defienden sus territorios”, destacó.

Para Amada Chávez, la amenaza de la minería en Guatemala y la extracción ilegal de árboles en la Sierra Tarahumara, es la misma realidad que viven los pueblos indígenas en América Latina, que únicamente deja pobreza y pobreza extrema.

Isela González, de la organización mexicana Sierra Madre, durante la conferencia de prensa que ofrecieron organizaciones y periodistas de América Latina, en Cobán, Alta Verapaz. Foto de Joel Pérez

Criminalización y violencia en la Sierra Tarahumara

Choréachi y Coloradas de la Virgen son dos pueblos ubicados en la Sierra Tarahumara, Chihuahua, México. Su población y autoridades tradicionales sufren de violencia, hostigamiento y amenazas por la defensa de sus bosques que están siendo exterminados a manos de empresas forestales ligadas a políticos locales, narcotraficantes y caciques. En la actualidad varios de los dirigentes se han desplazado para salvar sus vidas.

Durante más de 20 años, estas dos comunidades del municipio de Guadalupe y Calvo, Chihuahua, han defendido su territorio ancestral y sus recursos naturales, contra la tala inmoderada de árboles, sin embargo, han sufrido la persecución y el despojo de sus tierras.

Guadalupe y Calvo está ubicada en la Sierra Tarahumara y la riqueza natural de dicha región es la gran extensión de bosque que año con año ha ido desapareciendo en México.

“Hemos trabajado junto a las comunidades, para exigir que se respeten los bosques, pero a raíz de esa lucha, las autoridades comunitarias han sido perseguidas”, dijo González Díaz.

La población de Choréachi, una de las comunidades que luchan contra la tala ilegal de árboles, se dedica al cultivo de maíz, frijol, papa, calabaza y avena.

La mayoría del territorio de Choréachi se encuentra constituido por un bosque viejo de pino y encino; es considerado como uno de los últimos lugares de la Sierra Tarahumara en el que aún se puede encontrar esta especie. En este territorio conviven alrededor de 780 personas Rarámuri (tarahumaras) en aproximadamente una extensión territorial de 32,000 hectáreas.

Mientras que, en el sur del estado de Chihuahua y de la Sierra Tarahumara, se encuentra la comunidad Coloradas de la Virgen, de donde es originaria Amada Chávez, territorio que cuenta con una extensión de más de 49 mil 500 hectáreas en el que conviven en su mayoría, indígenas Rarámuri, según datos que compartieron.

Amada Chávez, defensora de los derechos humanos en Coloradas de la Virgen, indicó que desde hace varios años han estado exigiendo el respeto a sus derechos y bienes comunales, pero las empresas y grupos involucrados en la tala, no han respetado sus peticiones.

“Yo llevo dos desplazamientos fuera de mi comunidad, porque mi vida está en peligro, pero la destrucción de los bosques continúa. Siguen tumbando la madera y los sicarios también se están llevando a los jovencitos”, dijo.

Aparte de la persecución que enfrentan las autoridades de las dos comunidades, el crimen organizado también ha jugado un papel importante en la división comunitaria.