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Crónica de un encuentro: convivir en diversidad sexual

“Más que ser una persona de la diversidad sexual, somos seres humanos y merecemos respeto”

Por Violeta Cetino

El sábado 15 de junio la Comunidad Amigable de Diversidad Independiente (CADI) tuvo una tarde de convivencia en preparación del Desfile del Orgullo. Conforme llegaban, jóvenes de distintos géneros e identidades sexuales ocupaban poco a poco los asientos acomodados en el patio central de su sede: una casa antigua ubicada en el Centro Histórico de la ciudad de Guatemala. 

Al contar con una afluencia considerable, Saraí Perrusquía, psicóloga de la comunidad, dio la bienvenida e indicó la dinámica de presentación. Cada quien debía decir su nombre, mencionar un hobby y si prefiere a los gatos o a los perros.

Juventudes de diversas identidades sexuales asisten a las convivencias de CADI una vez al mes. Foto: Violeta Cetino

Muchas de las personas son estudiantes universitarias y profesionales de arquitectura, nutrición, psicología, medicina, etc. Otras, ejercen oficios y trabajos ejecutivos. Gustan de los gatos, en su mayoría; bailan, leen, trabajan. “Me gusta mucho conocer personas, conocer todas las facetas del ser humano, conocer cómo somos”, contó Alejandra Agustín, a punto de graduarse como psicóloga y pareja de Fer Letona, un hombre trans.

Mientras comentaban sobre sus aficiones, a la casa ingresaban más personas. Carla Caal vino desde Xela e Ingrid Girón, desde Chimaltenango, ambas son mujeres trans. Llegado el turno de Ingrid, comentó que donde vive no hay muchas chicas trans pero sí muchas iglesias protestantes. “Se asombran al verme”, dijo, mientras cruzó la pierna y acomodó el largo cabello que caía sobre sus hombros.

Enseguida entró Sofía, una joven que viajó desde Sumpango, Sacatepéquez, para asistir. Dijo sentirse sola y desanimada, que trabaja como asesora de ventas desde su casa, con un horario de 11:00 a 23:00 horas, de domingo a viernes. Se enteró de la convocatoria y pensó que acudir allí podría hacerla sentir mejor. “Los conversatorios nos ayudan a saber que no estamos solos ni solas, a conocer a más gente y aprender de otras vivencias, pues no todos vivimos lo mismo”, mencionó.

Para esa tarde lluviosa, CADI tenía contemplado realizar un foro en el que la asistencia conocería cómo ha enfrentado la marginación social Mirna Vielman, madre de Dreik, un hombre trans. Además, Alejandra Agustín compartió sus vivencias al ser la pareja de un hombre trans.

Vilma Vielman es madre de Dreik, un hombre trans y compartió su testimonio en esta convivencia. Foto: Violeta Cetino

Mirna Vielman tiene 63 años. Su testimonio acaparó la atención de la juventud presente, cuando inició con la frase, “Es bastante duro”, colocando las manos sobre su pecho. Recordó la noche en la que su hijo habló con ella para contarle sobre su identidad y dijo que lo que recomienda a otras mamás y papás ante una situación como esa, es conservar la calma porque “es como recibir un balde de agua fría”.

Contó que le ofreció apoyo a su hijo, que buscarían ayuda juntos en Guatemala, pues Dreik quería buscarla en México. Mirna platicó con el papá de Dreik, quien le respondió que también lo apoyaría. “A veces enfrascamos a los niños, negándonos a lo evidente. A él no le gustaban los vestidos, yo veía la tristeza en sus ojos; ahora reconozco que lo dañé al negarme a lo evidente”, dijo.

Enseguida comentó que se sintió aterrada del proceso de transición y que aún no lo veía feliz, hasta que Dreik se realizó la mastectomía (extirpación de las mamas), aunque el postoperatorio fue un proceso de sufrimiento. “Mi hijo es valiente, es un guerrero y hoy lo veo feliz”, exclamó, y dijo que él debió trabajar muchísimo para costear la cirugía.

Mirna también contó que lidiar con el entorno familiar no ha sido fácil. Críticas y señalamientos son las actitudes que ha recibido de sus familiares ante la expresión de género de su hijo.

Toda la concurrencia prestaba atención, seguramente, identificada con algún fragmento de la narración de Mirna. “No se enojen con sus papás cuando les nombran ‘nena’, porque cuesta acostumbrarse a decirle ‘el’”.

Para los padres de personas trans y demás expresiones de la diversidad sexual, mencionó, siempre resurge la pregunta, “¿En qué fallé?”. Pero reconoció que no hubo nada de raro, ni de malo, simplemente fue la ocasión.

A decir de esta madre, hay que aprender a ver y a oír todo como un proceso de vida. “¿Lo vas a llevar de manera trágica? ¿De qué color lo vas a ver? Esto no es un problema, es una cuestión de vida”, terminó con su intervención, y los aplausos no se hicieron esperar.

“Aquí estoy yo”, dijo, “para cuando quieran hablar de algo que no puedan hablar con sus papás”, en medio de los aplausos.

Llegó la intervención de Alejandra Agustín. Ahora las miradas de atención estaban puestas sobre ella. “Siempre voy a hablar desde el amor”, inició.

Alejandra contó cómo se conocieron con Fer Letona, cuando ambos iniciaron en un nuevo empleo. Ella nunca vio a una chica, sino las vibes de un chico, recordó. Al mantener una amistad con él, empezó a sentir “algo” e inició a cuestionar su orientación sexual. Actualmente, Fer está iniciando su proceso de cuidados afirmativos de género y hay actitudes de otras personas que lastiman a Alejandra.

Por ejemplo, le duele que no haya espacios totalmente seguros para los hombres trans. “Hay quienes no respetan su identidad. Sentirlo tan seguro de sí mismo y que en ciertos espacios le apaguen la llamita, es lo más difícil para mí”, dijo entre lágrimas. Ante esas palabras, la juventud presente mostró señales de empatía y comprensión, pues lo han vivido también.

“Más que ser una persona de la diversidad sexual, somos seres humanos y merecemos respeto”, terminó Alejandra en su intervención.

Alejandra Agustín es pareja de Fer Letona, un hombre trans. Juntos luchan por el respeto de los derechos humanos de las personas trans. Foto: Violeta Cetino

Enseguida surgió una ronda de comentarios. Ingrid, la mujer trans que llegó desde Chimaltenango, contó que su padre no la acepta ni respalda, que únicamente su abuela es quien le ha demostrado amor y respeto ante su decisión de vivir con plenitud su identidad de género. Debido a esas circunstancias, decidió vivir sola, en un lugar donde puede empezar una nueva historia, lejos de su familia, quien le ha negado aceptación y respeto. “Al verme al espejo me gusto, me amo a mí misma y siento alegría de ser la única persona así en donde vivo. Estoy enamorada de lo que soy y de quien soy”, dijo.

Carla, quien estaba sentada junto a Ingrid, tomó la palabra. “Pido a Dios y a la Virgen que se apruebe la Ley de Identidad de Género y que sea legal el matrimonio diverso, para poder compartir mi vida sin miedo”.

Entre cada intervención, Perrusquía animaba y reforzaba cada uno de los sentires. Fue así como llegó el momento de David, un hombre gay. “A mí me han dicho que soy medio hombre, ¡y yo soy un hombre completo!”, comentó e instó a la asistencia a verse frente al espejo y decirse cosas amables, a agradecerse a sí mismo, a sí misma, por ser como se es, a amarse y a respetarse.

David también destacó la importancia de educar a las personas en cuanto a la diversidad sexual, “decirle a las y los demás cómo deben llamarnos, explicarles nuestra orientación desde el amor”, y sobre los ataques verbales que la familia tiene comúnmente para ellas y ellos, les motivó a prepararse psicológicamente para ser rechazado y rechazada, sin que esto llegue a afectarles.

Finalmente, Perrusquía agradeció la presencia a cada una de las personas que asistió, también la confianza para expresar sus emociones y pensamientos y validar su existencia, e invitó a todos, todas y todes a agruparse para tomarse una fotografía.