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#AprenderemosAVivir El relato de una enfermera en primera línea de atención del Covid-19

Fotografía: Pexels

Blanca (*) ha sido enfermera por más de 27 años, 20 de ellos los trabajó en el área de Vigilancia Epidemiológica. A sus 49 años ya ha vivido y sobrevivido una de las pandemias más críticas de la historia: la pandemia por el coronavirus. 

En su relato sobre cómo ha sido estar en la primera línea de atención del Covid-19 en unos de los hospitales del departamento de Guatemala, resalta que nada la preparó psicológicamente para ver la muerte tan de cerca, sobre todo, en colegas y familiares de médicos. Además de tener que enfrentar la crisis sanitaria por la falta de abastecimiento de insumos médicos al inicio de 2020.

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“Blanqui”, como le llaman sus conocidos más cercanos, era la encargada  de coordinar al personal y de implementar los protocolos de bioseguridad para evitar los contagios por Covid-19, pero que ahora tiene bajo su cargo la Sala de Emergencias del Hospital de Amatitlán, donde también ha lidiado con casos de coronavirus en pacientes asintomáticos que llegan por otras afectaciones de salud o por accidentes. 

“Me tocó trabajar en el área de Covid-19 y hacer pruebas masivas. Yo era la que más experiencia tenía tomando las pruebas porque había trabajado ya en el área de Vigilancia Epidemiológica. Un día, hice 20 pruebas y siete de ellas salieron positivas. Me asusté mucho porque estuve frente a los pacientes. Muchos doctores se fueron de cuarentena a sus casas solo por un día de trabajo, por el temor al contagio. Al inicio así se manejó. En mi caso, no lo acepté porque sabía que me había cuidado y que había tomado todas las medidas de seguridad con mis pacientes”, relata.

Blanqui no deja de admitir que tuvo miedo, sobre todo, por la posibilidad de contagiar a sus seres queridos tras las muertes masivas que se registraron al inicio de la pandemia.  

Conforme el tiempo ha avanzado y las vacunas han estado más accesibles, la paranoia por el contagio ha disminuido, dice. El año pasado, cada paciente positivo de coronavirus debía de permanecer entre 15 y 20 días internado como parte del proceso protocolario para monitorear sus signos vitales, pero ahora las estadías son mucho más cortas, entre tres y cuatro días. Algunos no necesitan quedarse tanto tiempo, sobre todo si están estables, explica. 

“Nos ayudó la experiencia de otros países porque aprendimos a cuidarnos mucho más. En la Emergencia, la tasa de contaminación en compañeros no fue tan alta a pesar de que atendemos a una gran cantidad de pacientes de Covid-19”, asegura.

En los 17 municipios que conforman al Departamento de Guatemala, se registran 240 mil 321 casos confirmados y 5 mil 946 fallecidos, el 44.5% de los decesos a nivel nacional, según datos abiertos del Gobierno

El Ministerio de Salud Pública indicó que 7 mil 750 trabajadores de salud han salido contagiados de coronavirus entre 2020 y lo que va de 2021, 65 de ellos han fallecido. 

De acuerdo a al Banco Mundial, en Guatemala hay 0.1 enfermeras y trabajadoras de salud por cada mil habitantes.

Sufriendo por mascarillas KN95

Foto: Alin Luna/Pexels.com

La miedo por el contagio también trajo incertidumbre sobre el abastecimiento de los insumos hospitalarios. 

“Ese era el otro pánico. Nos decían que nos cuidáramos más, pero no había insumos suficientes”, cuenta Blanqui, quien aclara que no fue un problema del Gobierno o de la Dirección del Hospital, si no que nadie respondía a las cotizaciones y concursos para proveer los insumos. 

“Mandábamos solicitudes de compra y nadie nos ofertaba nada. Veíamos que otras personas, otras instituciones, estaban mejor equipadas que uno. Una miraba en la calle a las personas en la calle con una KN95 y nosotros acá sufriendo por mascarillas de ese tipo”, relata. 

Al tiempo, empezaron a entrar donaciones de equipos, mascarillas y más, de otros países. “Eso nos hizo sentir más tranquilos y los casos empezaron a bajar”, dice.

El hospital, que tenía dos áreas de atención a contagiados con el Covid-19, logró cerrar una debido a que los casos empezaron a disminuir. Pero entre agosto y diciembre de 2020, todo empeoró. “Estábamos allí viéndolos morir de Covid-19”

Foto: Cottonbro/Pexels.com

Uno de los peores momentos de la pandemia ocurrió el año pasado, cuando fallecieron tres servidores de salud del hospital en la misma semana, “personas muy queridas” por todos y  seis o siete personas muy cercanas a los compañeros, expresa la trabajadora. 

Lidiar con los decesos de compañeros fue difícil porque ellos no podían hacer la cuarentena como los demás. 

Estábamos allí viéndolos morir de Covid-19 -a sus compañeros- y nosotras allí atendiéndolos, haciéndoles pruebas. Sentí miedo por sus familias, por los papás,  los abuelitos, las parejas e hijos. Encarar esto todos los días sí fue duro. Pensé que en cualquier momento nos podía pasar -lo mismo- porque estamos expuestas, recibiendo pacientes, tomando muestras”, indica.

Yo lloraba y decía: Dios mío, ¿qué vamos a hacer?, ¿qué está pasando? Fue muy difícil. Esa parte fue la más dura”, afirma Blanca a quien se le quiebra la voz al recordar.  “Sentía que estábamos perdiendo el control, pero había que seguir. El lunes había que presentarse al trabajo y seguir adelante”.

El hospital ha dado acompañamiento psicológico a los trabajadores de salud para ayudarlos a sobrellevar las pérdidas, pero Blanca no es una de las beneficiarias pues “había tanto por hacer” que, aún hoy, no ha podido vivir el duelo por las muertes de sus compañeros. 

Blanca, quien tiene a 30 personas bajo su mando, explica que en ese momento de crisis su deber era ser fuerte y dar la cara.  Su misión ha sido la de encargarse de ver que el equipo esté bien. 

“No podía ponerme a llorar y descuidar a los que nos necesitan. Necesitamos seguir de pie. No nos podemos dar ese lujo de vivir el duelo con cada paciente. Seguir adelante es parte de lo que teníamos que hacer. No podíamos hacer como los negocios hacían. No podíamos cerrar la emergencia. Acá era lo contrario. Mientras que muchos paralizaron a sus trabajadores, nosotros seguimos porque es parte de nuestra responsabilidad como trabajadores de salud”. 

Ese “seguir adelante” es parte del compromiso que tienen con la salud de las personas y con aprender a manejar las situaciones desconocidas, asegura.

Tenía que decirles -a los trabajadores de salud- que la batalla seguía, que saldríamos adelante y que debíamos de cuidarnos, porque los compañeros tenían incertidumbre de lo que pasaría. Les decía: lavémonos las manos, usemos mascarillas, usemos nuestro equipo correctamente”. 

El contagio entre el personal de salud fue controlado una vez entendieron que una de las principales razones para ello era cómo los médicos y enfermeras se removían el equipo de protección, indica.  

“Vimos en otros países, donde tenían el mejor equipo de protección, que se lo colocaban muy bien, pero resultó que no se lo quitaban bien. Allí estuvo el riesgo de contaminación de muchos médicos y enfermeras. Eso nos ayudó acá. Si uso solo una mascarilla, pero la uso adecuadamente, no me voy a infectar. Si me lavo las manos no me voy a infectar. ¿De qué me sirve usar una careta y todo el equipo de protección, si no me lavo las manos que es algo tan básico?”, se pregunta.

La experiencia le ha enseñado muchas cosas, pero resalta la siguiente: “no hay que entrar en pánico, pero tampoco hay que descuidarnos” y este consejo también es para los pacientes, ya que varios han expresado sentir miedo de acudir a los hospitales para recibir atención, y salir contagiados. 

“La realidad es que el Covid-19 viene de afuera. La gente le tiene miedo a ir a un hospital, pero no tiene miedo de ir a una panadería o un restaurante a comer. Te vas a exponer en cualquier lado”, reflexiona.

Pese al rebrote de los casos desde julio hasta la fecha, que trajo consigo la muerte de un médico más en su hospital, Blanqui asegura que ella y el equipo se sienten más preparados para enfrentar la situación, pero no se confían. No hay que bajar la guardia, concluye. 

(*) La entrevistada solicitó que no se publicara su apellido por seguridad.