8 de marzo: “El Estado me quemó”
Testimonio de una niña sobreviviente de la masacre del Hogar Seguro Virgen de la Asunción.
Por Stef Arreaga
El 7 de marzo del 2017, Fernanda decidió huir del Hogar Seguro Virgen de la Asunción — un hogar estatal en Guatemala — , junto a casi un centenar de adolescentes, las cuales en su mayoría eran mujeres. Algunos salieron por la puerta principal, pero otros escaparon por el basurero del hogar — entre ellos Fernanda — . Minutos más tarde, la Policía Nacional Civil, inició la cacería:
“Yo ya no quería estar en el hogar, nos ponían castigos para todo, nos levantaban de madrugada a bañarnos . Para recibir comida a veces teníamos que recoger basura “de pollito” o sea, agachadas recogiendo basura, eso era para ganarnos a veces la comida como castigo. Nos ponían a hacer ejercicios bien feos, nunca se podía hablar con las monitoras por que no nos escuchaban. Yo nunca pude llamar a mis papás y eso que di número. También estuve durante dos meses con zapatos altos, esos eran los que yo llevaba cuando me recogió la PGN, me dijeron que me iban a dar ropa y zapatos pero nunca me dieron nada, las compañeras eran las que me prestaban. A penas unos días antes del incendio, fue que me dieron unos “Crocs” y sentí la gloria. Por eso me quería ir, lo único en lo que pensaba era en mi familia y por eso decidí irme.”
“Cuando salimos todos, nos dividimos, yo iba con un grupo grande, como de 50. Mínimo corrimos dos kilómetros. Algunos se fueron por la parte de abajo, nosotros agarramos por las aguas negras, era como un río, nos llegaba el agua abajo de las rodillas, pero apestaba. Una señora nos dio permiso a pasar por la pared de atrás de su casa y otro señor nos regaló agua. El grupo en el que yo iba se dividió después de pasar por otra propiedad (…). Cada vez nos estábamos acercando más al pueblo, yo estaba cansada porque llevaba crocs, se me zafaban y me costaba correr, yo era de las últimas (…) Así como hubo gente que nos ayudó, también nos topamos con una señora, que fue quien nos “puso el dedo” con la policía, ella estaba con su familia y les dijo a los policías por donde nos habíamos metido. Cuando vi, los policías ya estaban atrás de mi [suspira], se fueron mis esperanzas en un segundo. Cuando pensé en mi familia, no me importó que los policías estuvieran ahí, pensé en salir corriendo de nuevo, pero los policías (hombres) me amenazaron con dispararme si no me tiraba al piso y sacaron las pistolas. Ahí vi a Josselin (sobreviviente) y Wendy Vividor (fallecida), se quedaron viendo si me hacían algo. Los policías me dijeron: ‘Dígales que se vengan ya, ¡sino voy a disparar!’. Pero yo, en lugar de decirles que regresaran, les grité que se fueran. En ese momento me pusieron la pistola en la cabeza, yo tenía miedo. También vi cuando los policías salieron corriendo detrás de los patojos y se oyeron disparos, eso fue lo que hizo que muchas se detuvieran. Por eso es que a ellas también las agarraron. A partir de ese momento me cambió la vida por completo”
Un día en la vida de una sobreviviente
Fernanda es la mayor de tres hermanos. Cumplió 15 años hace unos meses. Su hermana Claudia acaba de cumplir 13 y Rodrigo, el más pequeño, tiene 8. Don Juan es su papá, tiene 86 años, ha estado enfermo desde que recibió la noticia del incendio. Esta mañana, lo encontré camino al centro de salud, atrás de él iba Rodrigo, quien le ayuda y le acompaña al médico.
Llegué a casa de Fernanda, fuera de la ciudad. Este es un lugar frío, aunque es una mañana soleada, toda la gente anda muy abrigada. Toqué la puerta varias veces… Finalmente Alma, la mamá de Fernanda, abrió con alegría en el rostro.
Al entrar a la casa, hay un pequeño pasillo que lleva a la habitación de las niñas. Fernanda dormía en la parte de abajo de una litera que comparte con su hermanita.
Claudia duerme arriba: dice que necesita más sábanas porque la temperatura baja mucho en la noche y ella se encuentra más cerca del techo de lámina. Ambas se han desvelado viendo videos del “hogar” que han sido publicados en Youtube. Ahora tienen una computadora que compraron con el fondo vitalicio que el Estado otorgó a las 15 niñas sobrevivientes hace pocos meses.
“Nos dormimos como a las 12, viendo todo lo que había del hogar. A veces no me gusta ver eso porque tengo muchas pesadillas desde que fue el incendio. Anoche soñé a Siona (fallecida); en el sueño tenía un bebé y se lo quitaban y lo ahorcaban.”, relata Fernanda.
Se levanta primero Fernanda, hace una cola en su pelo, se lava los dientes y regresa a tender su cama. Su hermanita continúa unos minutos más acostada, pero su mamá le pide que se levante porque “hay visita”.
Alma se levantó desde las 5 de la mañana, sus manos están rojizas y lisas, se nota que ha estado lavando ropa desde temprano. Le pide a Claudia que lleve unos aguacates a su abuela para que pueda vender. También se lamenta por la salud de su esposo:
“Él ya no volvió a ser el mismo, la vida nos cambió completamente después del incendio. La noche del 7 de marzo sabíamos que había un bochinche, pero yo le dije a mi esposo que ahí tienen seguridad y que seguro ya se había calmado todo. Pero la mañana del siguiente día estaba escuchando las noticias en la radio cuando dijeron que había un incendio y que habían muchas jovencitas quemadas. En ese momento mi esposo se fue con su hijo mayor en el carro. Cuando llegaron, aún habían algunas ambulancias saliendo, pero nadie les dio información, tocaban la puerta del hogar y nada. Entonces se fueron a los hospitales pero no estaba su nombre. Todo el día la buscaron, el 9 fuimos a la morgue a hacernos las pruebas de ADN para ver si coincidía con alguno de los cuerpos que ya estaban ahí, pero nada”.
Mientras tanto, Fernanda busca su ropa para cambiarse, busca las vendas que le cubren de la cintura hasta los pies. Y la que tiene que ponerse en el brazo. Alma continúa relatando:
“Mi esposo tuvo el valor de entrar al hospital donde estaban todas las niñas; estaban irreconocibles, ¡cualquiera podía ser Fernanda! Iba de camilla en camilla viendo si reconocía algo de la nena, a algunas les decía: ¿vos sos Fernanda?, unas estaban inconscientes y otras sólo movían la cabeza diciendo que no. Ya se había dado por vencido, estaba casi seguro que ahí no estaba ella, pero de repente escuchó la voz de la niña: ‘¡papá aquí estoy !’. Él cabal le reconoció la voz, se acercó adonde estaba pero estaba muy mal, parecía que había perdido los ojos y la cara, y el cuerpo se veía con la piel levantada. Él le dijo que todo iba a estar bien, pero entonces los doctores lo sacaron. De ahí se la llevaron a Estados Unidos, pasó en coma bastante tiempo”. “Mes y medio” interrumpe Fernanda.
Fernanda se sienta, aún tiene tareas por terminar, está cursando sexto primaria. Ha estado recibiendo tutorías de matemáticas para poder ganar la materia. Ahora puede apoyarse en la computadora para buscar información.
Luego de narrar el momento en el que escaparon, decidió retomar la conversación. Parece que los vídeos que vio la noche anterior han traído a su mente cosas que ya había olvidado, nombres, detalles de lo que pasó ese día. Decide compartir su experiencia:
Fernanda en ese momento recuerda que la trasladaron en una sábana mojada a otra área del hogar. Sintió eterno el momento del incendio y el sufrimiento era peor sabiendo que los bomberos no llegaban. Minutos más tarde, la metieron a una ambulancia, iba junto a otras dos compañeras:
“Al lado mío iba Ana Rubidia, ella iba más quemada que yo, se iba moviendo demasiado por el ardor, y a mi también me dolía mucho cada vez que se movía. Entonces, me pasaron adelante, iba sentada al lado de una bombera que me iba preguntando cosas en el camino para mantenerme despierta. Yo sentía que ya no aguantaba, miraba los semáforos en rojo; no cambiaban. Al fin vi que íbamos llegando al hospital y me desmayé, de ahí no recuerdo nada. Desperté un mes y medio después en un hospital en Estados Unidos, sola, sin mi familia.”
Fernanda tiene quemado el 50% de su cuerpo: una parte de la cara, parte de la espalda, el abdomen, y las piernas. De las partes que no se quemaron, extrajeron tejido para poder hacerle injertos, así que esa parte de la piel también está dañada. Ha tenido dificultad para la movilidad del brazo y la mano izquierda que se quemó totalmente. Fue llevada a Italia, por parte del Refugio de la Niñez, para poder hacerle una operación de ese brazo. En este viaje conoció al Papa Francisco.
Alma interrumpe el relato por un momento, lleva un pedazo de pay de mango y un café. Mientras tanto, la cotidianidad continúa por un par de horas más. Alma barre la casa, las niñas arreglan su ropa, le tiran comida a unos pollos que tienen en la parte de atrás de la casa.
Juan regresó. Se ve cansado. Se siente alentado, porque en el centro de salud le dieron la medicina que necesita. Pregunta por Claudia, quien se metió a bañar después de regresar de dejar los aguacates a su abuela. Su familia le habla más fuerte de lo normal, le ha estado costando escuchar. Lleva consigo unos platos de tortillas con pollo que comparten conmigo. Fernanda aprovecha a comer porque está a punto de irse a la escuela.
“El dinero que nos ha dado el Estado nos ha ayudado bastante, ahora tenemos que comer, tengo mi computadora y un celular. Ya les un mueble para guardar mi ropa porque no tengo en donde ponerla. Con ese dinero también estoy pagando mis tutorías de matemáticas. Quisiera comprar una lavadora, porque mi mamá lava lo de todos. Me dijeron que viera prioridades, pero yo siento que todo es prioridad porque no teníamos nada.”
“Me gusta hacer las tareas viendo a mi doctora que me atendió en Estados Unidos, yo la quiero mucho y me gusta recordarla. Últimamente mi piel de las piernas está rosada, dicen que es porque estoy creciendo, si no me echo las cremas se me va a abrir y me van a salir úlceras. Ahora tengo que usar las cremas todos los días y colocarme las vendas para que las heridas no se me pongan peores”
¿Cómo te ves en el futuro?
“Yo creo que nunca voy a poder tener un bebé, por que el abdomen lo tengo muy quemado y la parte de atrás de la espalda. La piel no me daría de sí. O se muere el bebé o me muero yo. Quiero casarme, tener una familia y ser feliz. Antes no me gustaba estudiar, pero ahora si, veo la vida de diferente manera. Las pláticas con la psicóloga del Refugio me han ayudado mucho. Ahora quizá soy aburrida para algunas personas, pero es que ya no me llama la atención hacer las cosas que hacía antes. Tengo algunos amigos que me dan buenos consejos y también voy a la iglesia. Nunca me imaginé que ese día en el Hogar mi vida entera iba a cambiar. Antes no lo entendía, pero ahora comprendo que el Estado me quemó, por que los que debían protejernos no lo hicieron.”
Esta publicación se hizo con nombres ficticios para proteger la identidad de la menor y su familia.