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713 niñas, niños y adolescentes han desaparecido durante el 2022

Las desapariciones de niñas, niños y adolescentes continúan en aumento en el territorio de Guatemala. Durante el 2022, 713 infantes siguen sin regresar a sus hogares, según el registro del sistema Alba-Keneth. Las niñas y adolescentes son las más vulnerables frente a esta problemática.

Desde el inicio de la pandemia de covid-19, las desapariciones de niños, niñas y adolescentes aumentaron. Según Otto Rivera, secretario ejecutivo de la la Coordinadora Nacional de Promoción por los Derechos de la Niñez (CIPRODENI), “en promedio, a nivel nacional, el sistema Alba-Keneth se activaba 15 veces al día, pero, desde que tenemos la presencia de covid, ha aumentado a un promedio de 17 veces”.

De enero al 15 de junio de 2022, 713 alertas Alba-Keneth se encontraban activas. Durante el mismo período de tiempo, mil 779 de ellas fueron desactivadas. A lo largo del 2021, 6 mil 508 alertas Alba-Keneth fueron activadas. 4 mil 484 niños, niñas y adolescentes desaparecidas o sustraídas fueron encontradas, pero, para final de año, 2 mil 24 no habían sido localizadas.

Según la Fiscalía de la Niñez y Adolescencia del Ministerio Público (MP), desde que el Modelo Integral de Niñez y Adolescencia (MAINA) fue implementado en 2019, 9 de cada 10 niñas, niños y adolescentes desaparecidas fueron localizadas de inmediato. Sin embargo, los análisis realizados por CIPRODENI demuestran lo contrario: “un aproximado del 50% aparece con vida varios días después, un 30% aparece sin vida y un 20% jamás vuelve a aparecer”, explicó Rivera.

El caso de las niñas y adolescentes

Las desapariciones afectan en mayor manera a las niñas y adolescentes. Según el boletín de análisis del Observatorio de los derechos de la niñez de CIPRODENI publicado en 2020, esto lo constatan “los diversos reportes del INACIF relacionados a delitos sexuales y lesiones compatibles con maltrato”. También lo comprueban los registros del Sistema de Alertas Alba-Keneth.

Con la llegada de la pandemia de covid-19, la violencia en contra de las niñas y adolescentes también aumentó. “Son las principales víctimas de violencia intrafamiliar y comunitaria, también de violencia sexual y embarazo adolescente”, indicó Otto Rivera. “En este contexto, no estaban expuestas a lugares públicos donde pudieran correr vulnerabilidad de riesgo, como calles, plazas y escuelas. Estaban en casa y es aquí donde comienza el ciclo de violencia en contra de ellas”.

Aunque, durante 2018 y 2019, los reportes de niñas de 0 a 4 años desaparecidas también fueron numerosos.

Otto Rivera señaló que, de cada 10 casos de menores de edad desaparecidos, 7 de ellos corresponden a adolescentes y niñas “en ese orden”. Es decir, las mayores de 13 años son más vulnerables a ser víctimas de desaparición. Esto se debe a que son ellas quienes están más desprotegidas y son más vulnerables en el país. “El Estado no cuenta con un sistema de protección de niñas, niños y adolescentes, lo que tenemos son instituciones gubernamentales que tienen algún trabajo en agenda de derechos de la niñez, pero poca coordinación”, explicó.

Pero el estado de vulnerabilidad de las niñas y adolescentes no se debe exclusivamente a la debilidad del gobierno. “Existe también una desestructuración de las instituciones sociales”, afirmó Rivera. “La mayoría de familias tiene a una mujer en la jefatura del hogar. Entonces, en el país, las mujeres en general, son las más desprotegidas en toda la sociedad”.

Un sistema de protección

Otto Rivera y el enfoque de CIPRODENI plantean que la prevención de la desaparición de niños, niñas y adolescentes será posible a partir de cuatro momentos cruciales. El primero, es el fortalecimiento de la cultura de denuncia. “Cuando una niña o adolescente se siente amenazada y vulnerada y cuando sus derechos están siendo violentados, no debemos poner en tela de juicio lo que dice”, explicó.

A nivel nacional, es necesaria la generación de un sistema nacional de protección integral y garantía de derechos, el cual, hasta el momento, es inexistente. Este se complementaría con la creación de lo que Rivera denomina “entornos protectores”. “Uno de los elementos que dificultan que en Guatemala se pueda abordar seriamente la problemática es la atención ineficiente a la familia de la niñez y adolescencia”, dijo.

La violencia impacta de diversas maneras a las niñas y adolescentes. Una de ellas es en el ámbito psicológico. “Allí debe intervenir la reparación digna y transformadora, la doctrina restaurativa de los derechos violados y vulnerados”, concluyó.