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32 Volcanes: el sueño de una educadora quetzalteca y su familia

Carmen Benítez ha vivido siempre en Quetzaltenango, y desde muy pequeña se cuestionó acerca de las desigualdades sociales. Es educadora, estudió pedagogía y un profesorado en enseñanza media. Actualmente tiene tres hijas y un hijo. Estuvo organizada desde los trece años en el movimiento estudiantil del Instituto Normal para Señoritas de Occidente –INSO- y uno de los motivos que le hicieron organizarse fue la crisis del Terremoto de 1976. Todo este proceso, en un contexto de represión, implicó conocer la desaparición de compañeras y amigas cercanas como Miriam Domínguez, y el asesinato de la directora del instituto, Lucila Rodas, una lideresa en el periodo revolucionario.

“Esta asociación, en la que trabajo hasta hoy a mis 57 años, es una semilla sembrada desde muy pequeña en movimientos estudiantiles. Esas son semillas que tienen que crecer porque hemos tenido muchas experiencias en nuestro país buscando más dignidad, más porvenir, más justicia”, narra Carmen.

El antecedente de la Asociación 32 Volcanes viene desde 1991, cuando Carmen y su esposo Roney Alvarado fundan una asociación que funcionaba como escuela de idioma español, cuyas ganancias se destinarían a la creación de programas sociales enfocados en becas para educación, un centro de apoyo familiar, construcción de letrinas, reforestación entre otros. Ella se encargaba principalmente de los programas, y siendo la última mujer de la asociación, se retiró en 2018.

El inicio de 32 Volcanes

El 3 de enero de 2019, Carmen y su familia fundan la Asociación 32 Volcanes como una organización que busca la justicia social y ambiental por medio del fortalecimiento comunitario, planteando la necesidad de hacer cambios paradigmáticos en los sistemas alimentarios y económicos. Los programas sociales benefician a familias de Quetzaltenango, Sololá, Totonicapán y Quiché con becas educativas, atención médica y nutricional.

El nombre, 32 Volcanes, también tiene un significado: “Para nosotros es como decir nuestro país, nuestra tierra. Que es la que nos mueve y nos conmueve, por la que trabajamos. Los volcanes son los testigos de siempre, queremos tener la potencia y la furia de los volcanes”, explica Carmen.

Sus ejes de trabajo se enfocan en: soberanía alimentaria, educación, salud, bioregeneración, economía circular, pertinencia cultural, identidad, memoria y acceso al arte. De estos ejes nacen los programas. Carmen se encarga principalmente del programa de becas y el Centro de Apoyo Familiar –CAF–.

El programa de becas es un apoyo para que niños y niñas estudien ya sea en la escuela de su comunidad, o que se busque otra institución para el nivel diversificado. “Las becas no se tratan solo de entregar dinero o ayudas, hemos mantenido reuniones, diálogos sobre migración, violencia de género, medio ambiente, de todo. Y algo que me ha fascinado es poder trabajar con mamás, son ellas las que más velan porque sus hijos sigan sus estudios”, señala Carmen.

El Centro de Apoyo Familiar está ubicado en el Valle de Palajunoj, Llano del Pinal. Es un programa alimentario y de educación para los bebés que ya salieron del programa de nutrición y actualmente beneficia a 21 familias. Los educadores del CAF van a recogerles a la escuela, almuerzan en el CAF y reciben apoyo para realizar sus tareas de la escuela y formación complementaria. “Los primeros asistentes, que ya se graduaron de la secundaria, son quienes ahora lo dirigen. Llegamos a apoyar hasta a 40 niños y niñas, el sueño es que pueda ser una escuela”, señala Carmen.

La lucha contra la desnutrición

A este trabajo se agregan los programas de nutrición: “Carmen Rosa es realmente el motor de la organización ahora, a cargo de los programas de salud y de nutrición. Yo me enfoco más en las becas y en el Centro de Apoyo Familiar” explica Carmen, refiriéndose a su hija.

Carmen Rosa Benítez es médica, estudió una especialidad en ingeniería molecular y genética humana, un posgrado en manejo de programas de soberanía alimentaria y una maestría en nutrición global basada en plantas. Inició el programa de nutrición materno-infantil para atender el problema de la desnutrición crónica, "mis papás tenían un programa de apoyo comunitario desde hace más de veinte años. Cuando me gradué comencé a trabajar en la clínica". El programa creció y logró una beca hacia el Reino Unido, donde estudia una maestría en salud pública infantil. Su trabajo de graduación se basó en el rol de la epigenética en la salud pública.

“La epigenética es una forma más específica que va más allá de la genética, sobre cómo el ambiente y el contexto, la nutrición, el aspecto socioeconómico y ambiental pueden generar distintos cambios en la expresión genética”, explica Carmen Rosa. A partir de allí, pudo analizar que cómo las políticas públicas en Guatemala pueden cambiar, pero se suma la necesidad de cambiar el contexto comunitario.

Es así como se construye 32 Volcanes como una asociación dedicada al desarrollo regenerativo. Este enfoque de desarrollo se diferencia de otros ya que no busca mantener el statu quo ni poner al ser humano en el centro como quien administra recursos escasos, sino entender la integralidad de los ecosistemas y los impactos de las acciones sociales. En este enfoque se incluye la soberanía alimentaria, espiritualidad y la acción política, economía circular y gobernanza.

El programa de nutrición para menores de 5 años atiende a un promedio de 150 familias. Con la pandemia, los bebés que ingresan siguen aumentando pues el Ministerio de Salud les refiere al programa y desde 32 Volcanes apoyan al personal de puestos de salud con los bebés que ellos captan. Es así como ahora atienden a un promedio de 385 bebés y siguen en aumento cada semana.

Otro programa de nutrición se enfoca en adultos mayores con enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión. Ellos reciben consultas médicas bimensuales y atención nutricional, educación física, además de formación y para que siembren sus propios huertos y generen alimentos: “la idea es que cambien y mejoren su estilo de vida para que no necesiten depender tanto de la medicina” menciona Carmen Rosa.

Hacia una economía circular

Dentro del eje de soberanía alimentaria y economía circular se encuentra un programa de agricultura regenerativa donde se realizan huertos urbanos, distritales y municipales que funcionen para producir alimentos y generar semillas nativas. En ellos se está produciendo amaranto, chía, habas, semilla de hierba mora que se utilizan en la preparación de atoles para los niños y niñas con desnutrición.

Además de la producción de alimentos para las propias familias, el enfoque de economía circular se basa en que puedan generar productos para vender como conservas y semillas. Todos los programas son gratuitos, a cambio, las familias apoyan con reciclaje, reforestación, generación de material informativo entre otras actividades.

Durante la pandemia se fortalecieron las iniciativas de trueque. Una de las más conocidas fue "Libros x Incaparina” con libros de la Editorial Catafixia, cuyas editorias son parte de 32 Volcanes. “Con este sistema de trueque la comunidad nos está ayudando con Incaparina, de libra en libra, a cambio de libros, a cambio de pinturas, café. Varios productos. Es la manera en que hemos enfrentado la pandemia”, explica Carmen. Este sistema fue posible por Bonifaz Canelo, quien lleva los libros y donaciones en su bicicleta por Quetzaltenango. 

Entre los cambios que trajo la pandemia también está la espera de algunos proyectos: “Yolanda Colom nos está donando la biblioteca personal de Mario Payeras aunque la pandemia lo atrasó. Varios escritores también nos van a donar libros para la biblioteca”, agrega.

“Estamos viendo que en medio del caos está la oportunidad de regenerar nuestros sistemas y dinámicas sociales. Que con la colaboración de todos podamos replantearnos, desaprender y aprender, de la mano de la memoria colectiva, a generar nuevos sistemas alimentarios, políticos, de gobernanza”, finaliza Carmen Rosa.

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