RUDA

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Cómo se explica el déjá vu

Arte: Ruda

Por Claudia González

Ha transcurrido más de un año desde que pasé por una experiencia, que podría describir como impactante, injusta, e indignante, pero transformadora. Esto ha hecho que en algunos momentos experimenté sensaciones diversas, contradictorias y que cambian de manera rápida; por lo que revivir estas emociones, positivas y negativas, es lo que denomino déjá vú.

Existen lugares, situaciones y emociones que nos permiten reaparecer una experiencia de una situación que ya ocurrió en el pasado, sin reconocer el motivo por el cual se presenta esta sensación. En mi caso, puedo identificarla por ser la más reciente y cruel. Debo ser sincera en decir que si bien las situaciones y emociones que se repiten han sido ingratas: como la invasión a mi hogar, el hecho de tener grilletes, ser expuesta públicamente por fuerzas de la seguridad, más de la necesaria; también he logrado mantener y resurgir el sentimiento intenso de luchar y defenderme de esa autoridad, de lo que se me acusa. Reconozco que, con la misma intensidad, he revivido sororidad, empatía, esperanza y alegría de personas que me expresan la emoción de verme en libertad, especialmente por el amor y apoyo de mis seres queridos.  

Todo lo anterior lo recuerdo como un rompecabezas, similar a lo vivido cuando acompañé a las amigas abogadas, profesionales, madres, hijas, hermanas, amigas, confidentes, sanadoras e incansables que sufrieron lo que finalmente yo también: estar privada de libertad de manera injusta y arbitraria.  

De los tres tipos de déjá vu, los cuales dependen de cómo sea la sensación, está el déjá senti, en el que tengo sensaciones de tristeza o la impotencia, injusticia, inseguridad e incredulidad que vuelvo a sentir cuando veo a esas personas responsables de provocar tal injusticia. En ocasiones, vienen a mi mente las noches oscuras y frías de la celda cuando siento un frío álgido. Con más frecuencia existen otras sensaciones reconfortantes, como disfrutar de comer un helado o bien los momentos de compartir un café con la amiga que siempre me visitó en horas de la tarde-noche en esa celda solitaria.  

Por otro lado, el déjá visité, que es el sentimiento de haber estado detenida, ese viene a mí con una canción desentonada que escuchaba a través de las paredes durante el encierro, ver el atardecer a través de una ventana con barrotes, el sonido de las puertas a medianoche para abrir la celda. El aroma a tierra mojada me hace regresar al lugar donde pasé 82 días privada de la libertad, para una persona inocente es demasiado tiempo. 

Ahora bien, en el déjá vécu se engloban más recuerdos de esta experiencia que se detonan al pensar cuando acompañé a cada una de mis amigas que pasaron previamente por la misma situación de ser aprehendidas, de ser llevadas a carceletas en Torre de Tribunales. Todas estas emociones fuertes y negativas ahora las analizo y examino desde otras perspectivas, están siendo superadas.  

Como todo en la vida, estas emociones fueron vividas de manera plena y posteriormente sustituidas por emociones y acciones positivas, que permitieron transformar una experiencia dolorosa en un compromiso social de supervivencia. Recuerdo las palabras de una persona que me dijo: Esto es difícil, pero debe preguntar a Dios cuál es la razón por la que tiene que pasar por esta situación. Busqué una respuesta sobre el camino que debe seguir a partir de ahora.

Efectivamente, puedo decir que estas emociones, situaciones y vivencias han dejado enseñanzas de vida que reconozco como invaluables, ahora les puedo identificar como la conformación de redes de mujeres, organizaciones y personas que se constituyeron como fuente de apoyo que me permitieron tener una capacidad transformadora, lograr crear una sombrilla gigante que pueda protegernos de cualquier injusticia vivida. Todo esto fortaleció de todas las formas inexplicables el amor y lazos de la familia. Me dejó amigas y amigos de vida, nuevos caminos que debo explorar para transformar la injusticia, formas nuevas de desarrollarme como persona.   

El motor de esta fuerza fue producto de contagiar a otras para apoyarnos, el espíritu reivindicativo de justicia movilizadora, de acciones para la construcción de lo que realmente creemos que nos merecemos: acceso a la justicia. Lo importante de todo este proceso es entender que no debo perder el miedo a brillar.