RUDA

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Editorial mayo

Editorial mato 2024

“El capitalismo ha cargado sobre los hombros de la mujer trabajadora un peso que la aplasta; la ha convertido en obrera, sin aliviarla de sus cuidados de ama de casa y madre.”

Aleksandra Kollontai, 1921

Hace cien años Aleksandra Kollontai abordaba el tema de las mujeres trabajadoras y la fragmentación familiar, como uno de los peligros que finalmente llevarían al deterioro social en muchos sentidos. Esto como consecuencia inevitable de la inclusión de las mujeres en el campo laboral, al verse obligadas a trabajar fuera de casa, debido a la precariedad de las condiciones del hogar. Desde la lógica de la familia patriarcal, el trabajo del hombre no alcanzaba para sostener a sus familias, las mujeres también tenían la necesidad de emanciparse. 

Si bien,  su teoría  es desde una visión heteronormada, debemos tomar en cuenta que Kollontai se separa por un siglo de nosotras, en la Rusia de Lenin, lo que no significa que sus anotaciones acerca del efecto del capitalismo sobre las mujeres trabajadoras no continúen vigentes, y que no podamos verlas desde la Guatemala de 2024.

Se ha hablado bastante de que el trabajo de cuidados es no remunerado y que recae en su mayoría en las mujeres, Kollontai toca un punto interesante sobre las dietas de las familias de clase trabajadora, asunto que ha sido invisibilizado por años. 

Al no contar con el tiempo suficiente, además de cumplir con las labores de cuidado del hogar, las mujeres se ven obligadas a comprar productos procesados, y que no son de la misma calidad con que ellas o sus familias los podrían elaborar, y que les son funcionales para proveer alimentos a sus familias. 

Resulta inevitable conectar el tema con el debate reciente que ha generado la ley de alimentación saludable en Guatemala,  en el que se responsabiliza (de alguna manera) a las y los consumidores por las “malas” decisiones de compra de alimentos de sobre-procesamiento industrial, basándose únicamente en la falta de información como causa. ¿Y si  nos falta tiempo para procesar nuestros  propios alimentos? No podemos dejar de señalar la poca calidad alimenticia que nos ofrece el mercado, con productos ultra procesados, fabricados con pésima calidad de ingredientes y aditamentos químicos preservantes o llenos de saborizantes artificiales. 

El debate hasta hoy, no se ha dado alrededor de la carga de las mujeres que tienen bajo su cargo los cuidados y que además trabajan remuneradamente, así como las dificultades de acceso a una mejor calidad dietética; y las dificultades para procesar y elaborar sus propios alimentos con ingredientes frescos y saludables, sin preservantes artificiales y con un control por parte del Estado de la cantidad de azúcares y otros químicos añadidos dañinos a la salud. 

El agotamiento de las mujeres trabajadoras en zonas urbanas que se encuentran a cargo de los cuidados, conlleva entre otras cosas, a considerar su situación y la de sus familias, incluyendo el tiempo. A la vez buscar soluciones prácticas, que su bolsillo pueda pagar. 

Lamentablemente, las soluciones inmediatas suelen presentarse a través de productos ultra procesados, muchos de ellos de mala calidad, que tienen un bajo precio, y que requieren poco tiempo de preparación, por lo que resuelven ante una vida sin tiempo ni energía.

Posiblemente sea el momento de elevar la discusión y soñar con un sistema que no requiera del agotamiento excesivo de las mujeres que tenemos a nuestro cargo los cuidados, y que   tengamos el tiempo y energías para procesar y preparar nuestros propios alimentos.

El debate sobre el trabajo no remunerado de las mujeres, la triple jornada y el modelo patriarcal de la familia, sigue estando vigente. Incorporar otros análisis desde la salud integral y la necesidad de fortalecer las redes de la vida y el trabajo colectivo para la construcción de sociedades más equitativas, es urgente.